Guión y dirección Nicolás Pacheco Fotografía Alejandro Espadero Música Pablo Cervantes Intérpretes Estefanía de los Santos, Belén Ponce de León, Antonio Dechent, Manuel Tallafé, Antonio Estrada, Manolo Caro, Marta Gavilán, Manuel Cañadas, Stefan Mihai, Mila Fernández Estreno en el Festival de Valladolid 23 octubre 2018; en salas comerciales 23 noviembre 2018
Nicolás Pacheco exhibe en éste su primer largometraje tanta ambición como torpeza de miras. Plantea una historia que pretende sea feminista pero que sitúa anclada en un tipismo de la tierra que arrastra casi un siglo, el que separa la tragedia lorquiana de la actual lucha por la igualdad y la superviviencia que reivindica un sector de la población que aquí recibe un tratamiento tan diezmado como equivocado. Una mujer y su hija aprovechan una indemnización para huir de un marido que no las quiere y las trata como objetos. Un padre atento y amable sólo vive para casar a la hija, a quien trata igualmente como un objeto controlable y sin voluntad propia. Otra mujer, hermana de la primera, vive en perpetuo martirio tras el fallecimiento de su marido, que parece tampoco fuera un ángel, y con el mantenimiento del negocio familiar amenazado por mafiosos machistas. Y un joven inmigrante rumano parece ser la única tabla de salvación entre tanto despropósito. Todo ello en un ambiente sórdido y miserable, cuyas localizaciones deben haber supuesto un enorme esfuerzo de producción, porque vaya si pone en mal lugar a esta Andalucía a la que sus propios cineastas no se cansan en retratar lo más miserable posible. Pacheco parece inspirarse, además de en el sempiterno Lorca, en Kusturica, Gatfli y hasta Almodóvar, en el uso del color y el costumbrismo, los toques de humor dentro de una tragedia de tintes griegos, y el carácter gitano que parece impregnar una obra en la que lo mejor son los duelos de imitación del sonido de los pájaros y el bingo que el bailarín Manuel Cañadas, haciendo de tonto travestido, juega al son de los números de teléfono de las chicas de compañía de teletienda. Mujeres por lo tanto sufridoras, condenadas al fracaso y a la tragedia, sin remisión hasta que evidenciando una torpeza enorme de narrativa, el director decide lanzar algo de luz, no sin antes sacrificar a alguna de las pobres diablas implicadas, que es muy típico también de toda esa herencia rancia que nos lleva de la novela romántica a la ópera decimonónica, y que hoy, a estas alturas, resulta imperdonable. Sin olvidar el uso tosco de simbología barata, ya desde el propio título de la película y con la ornitología como objeto de todos los disparos metafísicos. ¡Ay este cine andaluz que salvo raras excepciones sigue anclado en el lugar común!
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