Australia-Reino Unido-Nueva Zelanda 2021 128 min.
Guion y dirección Jane Campion, según la novela de Thomas Savage Fotografía Ari Wegner Música Jonny Greenwood Intérpretes Benedict Cumberbatch, Jesse Plemons, Kirsten Dunst, Kodi Smit-McPhee, Geneviève Lemon, Thomasin McKenzie, Keith Carradine, Frances Conroy, Peter Carroll, Alison Bruce Estreno en el Festival de Venecia 2 septiembre 2021; en España 19 noviembre 2021; en Internet 1 diciembre 2021
Thomas Savage publicó El poder del perro en 1967 con gran éxito de crítica. Su última edición cuenta con el prólogo de Annie Proulx, la autora de Brokeback Mountain, libro y película con la que el nuevo film de Jane Campion guarda alguna que otra evidente similitud. La directora australiana llamó nuestra atención hace treinta años con Un ángel en mi mesa, y saltó a la fama internacional solo un par de años después con El piano. Desde entonces el interés de su cine ha ido decayendo, desde la incomprendida Retrato de una dama pasando por Holy Smoke, En carne viva y la irrelevante Bright Star. Por eso celebramos tanto ahora su regreso, por cuanto llega de la mano de una de las películas más fascinantes vistas en mucho tiempo.
Aunque ha introducido algunas modificaciones en su guion, en sustancia la cinta mantiene toda esa atmósfera malsana que respira la novela de Savage, con esos sentimientos reprimidos y el carácter agrio y desafiante de su protagonista, un Benedict Cumberbatch espléndido, que da a su personaje esa mirada irritada que exige y logra con su interpretación momentos de enorme perturbación emocional. En esencia El poder del perro es una historia con cuatro personajes, todos ellos en busca del afecto que dé algún equilibrio a sus vidas. Solo uno de ellos parece fuerte, sin embargo hay otros dos que esconden fiereza y decisión, haciendo alusión al perro del título, mientras los caracteres más volubles solo encuentran destrucción.
Campion ha logrado un western disfrazado de thriller, o viceversa, de enorme intensidad dramática, un espíritu agrio y virulento y una esencia perturbadora de primer orden. Le sirven al efecto las espléndidas interpretaciones del cuarteto protagonista, así como una banda sonora imponente que firma la personalísima voz de Jonny Greenwood, capaz de imponer su impronta hasta el punto de acariciar el espíritu de las películas de Paul Thomas Anderson a las que ha puesto música el compositor inglés. Gran parte de la tensión que acumula la cinta se debe al excelente trabajo del músico, tanto descriptivo como psicológico, mientras el impecable acabado estético de la cinta no hace sino aumentar su valor e indudable capacidad de fascinación perturbadora. El Festival de Venecia supo apreciar estos méritos otorgándole el León de Plata a la mejor dirección a esta película que en cierto modo recuerda el estilo de la novela gótica, con Rebeca en el subconsciente; más de un aspecto parece inspirarse en la novela de Daphne du Maurier y la película de Hitchcock.
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