sábado, 20 de noviembre de 2021

SPENCER Semblanza de una mártir

Chile-Alemania-Reino Unido-USA 2021 116 min.
Dirección
Pablo Larraín Guion Steven Knight Fotografía Claire Mathon Música Jonny Greenwood Intérpretes Kristen Stewart, Timothy Spall, Sally Hawkins, Jack Farthing, Sean Harris, Jack Nielen, Freddie Spry, Stella Gonet, Richard Sammel, Amy Manson, Laura Benson Avenida V.O. (viernes 19)


¿Cerrará Pablo Larraín con esta película una de esas supuestas trilogías que tanto gustan en la actualidad, después de sus semblanzas sobre Pablo Neruda y Jackie Onassis, o será sin más otro escalón en su atractiva e interesante filmografía? Aunque para entonces ya había sorprendido en todo el mundo con Fuga y Tony Manero, descubrimos al director chileno con la desgarradora No sobre el amañado referéndum de Pinochet; luego nos perturbó El club, ese siniestro refugio habitado por curas pederastas, hasta dejarnos seducir por la radiante Ema. En una operación radicalmente opuesta a la perpetrada por Olivier Hirschbiegel hace casi una década, Larraín propone una radiografía de Lady Di más cercana a la que perpetró respecto a la viuda del Presidente Kennedy.

Se centra en tres días de Navidad a principios de los noventa en la Casa Windsor en Sandringham, Norfolk, Inglaterra, y sus continuos choques con la hermética familia real inglesa, en un afán por potenciar su rebeldía melancólica y su tendencia protectora hacia sus hijos. En ese proceso una esforzada y eficiente Kristen Stewart - con un papel en las antípodas de su personalidad y con el que apenas tiene parecido, lo que como ocurría con Naomi Watts en Diana aumenta su mérito, ya que hace creíble su trabajo - no tiene casi nunca interlocutor, más allá de Sally Hawkins, que interpreta a su devota camarera, y el espectro de Ana Bolena, que se le aparece intermitentemente para poner en relieve su condición de mártir de la crueldad y falta de empatía de la realeza. Steven Knight, con trabajos como la sobresaliente Promesas del este y la artificiosa Locke en su haber, da forma con un guion preciso y calculado a la operación de Larraín.

En un ir y venir permanente por los campos nebulosos y los elegantes corredores del palacio, Diana Spencer luce todo ese vestuario que le hizo célebre en sus continuas apariciones en televisión, incluido el traje de novia, mientras asistimos algo impertérritos y con cierto desdén a la tragedia que ya hemos consumido en demasiadas ocasiones como para seguir afectándonos emocionalmente. Quizás por eso Spencer valga lo que el trabajo de Stewart ofrece, su elegante puesta en escena, la música que Jonny Greenwood tan bien ha sabido asociar al personaje y su carácter de mártir retratado con parafernalia barroca, y esos brumosos pasajes tan a menudo retratados en plano cenital.

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