jueves, 17 de diciembre de 2020

MISIÓN CUMPLIDA EN EL DÍA MÁS SEÑALADO

Integral de las sinfonías de Beethoven para piano a cuatro manos. Iberian & Klavier Piano Duo: Laura Sierra y Manuel Tévar. Programa: Sinfonía nº 9 en re menor op. 125 de Beethoven según arreglo de Wilhelm Meves (movimientos 1 y 2) y August Horn (movimientos 3 y 4). Teatro Cajasol, miércoles 16 de diciembre de 2020

Laura Sierra y Manuel Tévar despidiendo el ciclo
Ayer, tronara, diluviara, nevara o cayeran rayos de punta, era ineludible comulgar con el más revolucionario y visionario de cuantos compositores hemos conocido. Cumplía doscientos cincuenta años y cada uno y una podía celebrarlo como quisiera, pero qué mejor que hacerlo en compañía de su obra más compleja y emblemática, la Novena o Coral, que en Sevilla se nos ofrecía en forma de arreglo para piano a cuatro manos, completando así un ciclo que empezó a finales de septiembre y se ha conseguido completar ahora, tras innumerables vicisitudes, cambios de horario e inconvenientes de todo tipo para adaptarse a las medidas impuestas como consecuencia de la pandemia. Con todo eso han podido la pareja formada por Laura Sierra y Manuel Tévar, los responsables de Juventudes Musicales, que esta semana ofrece su lado más solidario con cinco conciertos para la recogida de juguetes que se están celebrando en su pabellón del Parque María Luisa desde el pasado lunes hasta mañana en horario de mediodía, y un público fiel que ha llenado puntualmente el aforo permitido en cada cita programada. 

En tiempos como el que estamos viviendo cobra especialmente relevancia una obra como ésta, que explora como nunca antes se había hecho la sensación de alegría y de emoción puramente humanista, a través paradójicamente del sufrimiento. La alegría beeethoveniana no es simplona ni inocente, se llega a ella a través del conocimiento profundo de las cosas, de la exploración de nuestros sentimientos y la percepción que llegamos a tener de nuestro entorno cuando lo estudiamos a fondo, lo que conlleva mucho sufrimiento, una consciencia plena del mundo que nos rodea y del provecho que podemos llegar a sacar de él. Ese recorrido intelectual está en cada movimiento de esta obra descomunal y el intérprete ha de saber reflejarlo en cada nota. Sierra y Tévar lo entendieron y nos brindaron una excepcional versión de la obra, en la que resultó fácil escuchar toda una orquesta y hasta un coro gracias al empuje, la fuerza y la extraordinaria precisión con la que bañaron su interpretación. Logro también por supuesto del trabajo de sus arreglistas, de nuevo Wilhelm Meves, de quien ya se ofrecieron sus arreglos en la entrega anterior, en los dos primeros movimientos, y de August Horn en los otros dos, compositor de Leipzig de segunda mitad del XIX, responsable de multitud de arreglos, muchos para dos pianos y ocho manos, de toda la plana mayor de los grandes compositores, de Haydn a Wagner pasando por Schubert, Mendelssohn, Weber o Schumann. 

Teatro Cajasol con mascarillas y distancia de seguridad
El allegro ma non troppo inicial se benefició de un considerable sentido dramático en manos de la pareja, derrochando fuerza y expresividad gracias a un complejo juego de dinámicas y unas texturas densas que dieron mucho cuerpo a la partitura. Ahí estaba todo el espíritu del autor, algo menos palpable en un molto vivace al que quizás faltó un poco más de mordacidad y un toque ligeramente más grotesco, pero en el que la compenetración volvió a brillar con fuerza y determinación. Todo ese ímpetu y energía se convirtió convenientemente en lirismo y delicadeza en el adagio, resuelto con mucho sentimiento y una enorme sensibilidad. Resultó increíble, tanto por los acertadísimos arreglos de Horn como la descomunal interpretación de los pianistas, que el movimiento final sonara tan completo y brillante, con todos sus matices, colores y cambios de registro y humor intactos, alcanzándose en términos generales una representación heroica de la obra, terriblemente dolorosa en ese scherzo fugado in crescendo que precede a la exuberante explosión de la Oda a la alegría con las palabras de Schiller en nuestro semblante. Todo ello haciendo gala de una técnica impecable y una capacidad extraordinaria para transmitir sentimiento y captar toda nuestra atención. Con unas emotivas palabras de Tévar y una emocionante interpretación de Moon River de Henry Mancini, incluida una larga introducción de tintes inequívocamente jazzísticos que el pianista defendió en perfecto estilo y con un gusto exquisito, dio por concluido este feliz y tumultuoso ciclo.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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