viernes, 1 de abril de 2022

LA FLAUTA Y LA BATUTA "DULCES" DE BENOÎT FROMANGER

3º Concierto del Ciclo Solistas y Maestros de la Temporada nº 31 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Benoît Fromanger, flauta y dirección. Programa: Pavana en Fa sostenido menor Op. 50 y Fantasía para flauta y orquesta de cámara Op. 79, de Fauré; Romance para flauta y orquesta Op. 37, de Saint-Saëns; Sinfonía nº 41 en Do mayor K. 551 “Júpiter”, de Mozart. Teatro de la Maestranza, jueves 31 de marzo de 2022


Considerado por mucha gente como el sucesor natural de Jean-Pierre Rampal por su técnica depurada, su elegante fraseo y esa cálida fluidez que imprime a la flauta, características comunes que informan a la llamada Escuela francesa, Benoît Fromanger protagonizó anoche en el Maestranza la tercera de las citas del ciclo Solistas y maestros de la Sinfónica, con resultados que avalan su buena reputación pero abren la desconfianza ante su trabajo, también muy reconocido, como director con algo interesante y diferente que decir. En uno de los más breves programas que se recuerdan, y eso que Mozart lo hizo con sus repeticiones, repasó también obras de Fauré y Saint-Saëns, yendo de lo más popular, la Júpiter del compositor austriaco y la Pavana del autor del Réquiem más amable, a dos piezas para lucimiento de su instrumento menos divulgadas y nunca antes interpretadas por la ROSS.

Arrancó con una Pavana muy medida, vaporosa y en cierto modo estimulante, turbadoramente nostálgica y contenida, en la que dejó el protagonismo en manos de la flauta solista de la orquesta, que hizo un trabajo ejemplar muy en línea con la suavidad del entorno. El Romance para flauta y orquesta de Saint-Saëns es una breve y encantadora pieza que en Francia la estrenó Paul Taffanel, muy amigo del autor, y en la que destaca una atmósfera ligeramente inquietante que Fromanger sin embargo no acertó a plasmar, debido a su tendencia a una ensoñación y lirismo embriagador, aunque en sus manos la melodía se benefició de un fraseo fluido y un legato bien definido, igual que en la Fantasía para piano y flauta de Fauré, en la versión que Louis Aubert orquestó casi un siglo después. Pero en esta pieza Fromanger tuvo ocasión de lucir virtuosismo y músculo, con todo tipo de técnicas de fraseo y esa variada expresividad que el autor consideró al confiar su estreno también al legendario Taffanel. Junto al flautista, la orquesta respondió con la sensualidad y elegancia que sin duda el también director impregnó en sus indicaciones durante las sesiones previas al concierto.


Recurrir a la Sinfonía nº 41 de Mozart se ha convertido en una constante, y aunque pareciera que así podamos reconocer distintas lecturas, lo cierto es que la mayoría de las veces nos encontramos con interpretaciones aseadas y precisas como la de anoche, pero que poco aportan al imaginario global. La de Fromanger arrancó muy rápida y se instaló enseguida en ataques secos, golpes de timbal abruptos, grandes y superfluos efectos y considerables contrastes con los que emular una revisión historicista. Pero la melosidad de la cuerda aguda, el escaso relieve de la grave y la falta de un mayor empuje y dinamismo, hicieron fracasar un intento en el que sin embargo hemos de destacar la melancolía subyugadora del andante cantabile y la opulencia triunfante del final, resuelta con una mayor dosis de energía. En contraste con el solemne inicio del concierto, en el que se interpretó el himno de Ucrania en homenaje a las víctimas de este sinsentido, Fromanger agitó las palmas del público en orden a interpretar una propina, el adagietto de la Suite nº 1 de L’Arlésienne de Bizet, que haciendo patria comparó con el de la Quinta de Mahler.

Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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