Después de dos años sorteando todos los obstáculos imaginables debido a la pandemia, el Festival de la Guitarra de Sevilla, con Francisco Bernier a la cabeza de un equipo competente y comprometido, se encuentra dando sus últimos coletazos desde que arrancara el pasado 6 de octubre, con una noche italiana hoy viernes a cargo de Carlo Curatolo y Adriano del Sal, y cerrando mañana sábado en clave flamenca con Juan Carlos Romero y el bailaor Rafael Campallo sobre el escenario del Espacio Turina. Una propuesta del todo ecléctica que conoció ayer su jornada más didáctica, con interesantes conferencias de los celebrados compositores César Camarero, con disertaciones sobre el papel de la guitarra en la música contemporánea y su práctica por parte de los intérpretes más avezados, y Alberto Carretero, ilustrando sobre técnicas de composición e inserción de la guitarra española en el universo atonal y experimental, así como sobre su obra Phórminx con cuyo estreno habría de cerrarse tan atractiva y diversa propuesta.
La herencia de la guitarra
De sobras conocido por el público melómano sevillano, José Luis Pastor recuperó un espectáculo que estrenó aquí mismo hace un par de años, un recorrido por la historia de la cuerda pulsada desde el Medievo a nuestros días. Una excelente oportunidad para muchos de nosotros que no pudimos entonces disfrutar de tan extraordinaria propuesta. Cierto que desde entonces ha modificado parcialmente el programa, y recogido en un disco imprescindible del sello sevillano Contrastes Records, grabado nada más y nada menos que en la Gruta de las Maravillas de la localidad natal del especialista en cuerda pulsada, Aracena. Por sus manos pasaron hasta doce instrumentos, sin que se acertara a saber con cuál se sentía más cómodo y competente, ¡los domina todos!, desde la pequeña vihuela de péñola con la que hizo su aparición en el escenario, entonando con la misma dulzura y delicadeza con la que afrontó gran parte del programa un canto polifónico del Códex Huelgas, hasta la guitarra eléctrica prestada por el hermano de Juanjo Pizarro, todo un emotivo detalle tratándose de la Sala Silvio del Turina, entonando una pieza del propio Pastor dedicada a su hija, ATRAM. Entre medias la sofisticada vihuela de rueda evocando la atmósfera de Vigo al que era tan devoto Martín Códax, una alegre cítola reproduciendo una cantiga de Alfonso X, una intimísima Mariam Matrem Virginem del Llivre Vermell en la guitarra medieval, una hermosísima pavana de Alonso Mudarra a la guitarra renacentista, manteniendo siempre una claridad y una destreza sorprendentes, unas agilísimas y muy bien ornamentadas Diferencias sobre Guárdame las vacas de Narváez a la vihuela de mano y los inevitables y siempre efectivos Canarios de Gaspar Sanz para dar paso a la icónica guitarra barroca.
Después ilustró la guitarra romántica con unas delicadísimas variaciones de Mauro Giuliani sobre un tema de Hándel, una paladeada Asturias de Albéniz a la guitarra clásica, unas tarantas de cosecha propia en perfecta clave flamenca, y la versión instrumental de la canción El sitio de mi recreo del añorado Antonio Vega a la guitarra acústica, tocada con una sensibilidad extrema. Conocidas de sobra las aptitudes de Pastor en la instrumentación antigua, disfrutarlo en otras disciplinas y campos fue toda una revelación.
La mirada al futuro
La participación a continuación de la guitarrista Klara Tomljanovic sirvió de complemento natural e ideal a la lección magistral de Pastor. Comenzó con el Preludio de la Suite en sol menor BWV 995 de Bach, hay que reconocer sin mucho estilo ni suficiente claridad. Prescindir de partitura le hizo quizás sentirse más libre y dueña de su particular estilo intimista y sentimental, en el sensacional Homenaje a Le Tombeau de Debussy de Falla, una primera aproximación en la noche al lenguaje experimental y una poética y sensorial evocación del universo del compositor frente al folclore granadino. Con una preciosista digitación prosiguió precisamente con Granada de Albéniz y Una limosna por el amor de Dios de Agustín Barrios Mangoré, antes de adentrarse en el ritmo y la armonía de Piazzola con La milonga del ángel, y terminar con el esperado estreno de Phórminx, tercera de las obras del sevillano Alberto Carretero para guitarra, esta vez preparada para invocar los sonidos de la lira tartésica, así como Oud lo fue para el laúd árabe y Flow My Tears para la guitarra renacentista según Dowland. Tuvo que empeñarse a fondo la guitarrista eslovena para extraer de la caja acústica y sus cuerdas sonidos tan dispersos y atrevidos, con ayuda de una suerte de minúscula flauta de pan reversible, y punteando las cuerdas con macillos mientras los brazos se entregaban a posturas imposibles para acatar todas las órdenes de la compleja partitura, tan inquietante y repleta de inflexiones como sus obras anteriores para el instrumento. Mejor colofón para el recorrido propuesto en una tarde noche tan didáctica, imposible.
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