Guion y dirección Carlota Pereda Fotografía Rita Noriega Música Olivier Arson Intérpretes Laura Galán, Carmen Machi, Pilar Castro, Richard Holmes, Irene Ferreiro, Camille Aguilar, Claudia Salas, José Pastor, Julián Valcárcel, Chema del Barco, Fernando Delgado-Hierro, Amets Otxoa, Stéphanie Magnin Estreno en el Festival de Sundance 25 enero 2022; en salas 14 octubre 2022
Después del éxito y el Goya obtenido con Cerdita, el segundo de sus tres cortometrajes, Carlota Pereda debuta en el largometraje en solitario (antes había dirigido junto a otros colegas la producción argentina La cola del diablo) con esta secuela del corto que tanto reconocimiento le reportó. Igual que ocurriera hace unos años con la película Madre de Rodrigo Sorogoyen, el primer cuarto de hora del film reproduce el corto original, a partir de lo cual inventa un desarrollo y un desenlace añadido que no disimula su querencia por el género trash de terror, sangre y mutilaciones directamente importado de la cultura norteamericana. Tenemos por lo tanto un producto hiper violento que pretende denunciar el bullying procurándole a su protagonista una suerte de venganza a manos de un ángel redentor, o más bien un Prometeo en clave Frankenstein que parece funcionar a partir de las heridas sufridas en sus propias carnes.
Entre relecturas de éxitos del género como Carrie, ¿Quién puede matar a un niño? o La matanza de Texas, Pereda acierta al desarrollar su intenso drama de tal forma que provoca tanta o más animadversión la conducta indecente y miserable de las acosadoras que la del asesino en serie que desata la tragedia. En medio surgen una serie de crímenes, algunos injustificados, y una intención de dar un perfil de España profunda al ambiente que no llega a convencer, poblado por urbanitas moldeados al estilo de los repartos americanos, con la sola excepción de los padres de la protagonista, una Laura Galán que se emplea a fondo para dar vida a esta chica acosada y retraída cuyo destino dará un vuelco con la llegada de un extraño visitante al lugar.
Pereda cuida los detalles y logra un trabajo solvente, acaso demasiado violento con el fin de satisfacer la presente demanda, algo enfermiza debido a los cánones a los que se la ha acostumbrado. Brillan decisiones técnicas como esa pantalla estrecha que potencia la sensación de agobio o la música del siempre experimental Olivier Arson (otra coincidencia con Sorogoyen), que para la ocasión ha elaborado la banda sonora a partir de sonidos grabados durante el rodaje. Con todo, Cerdita se debate entre la denuncia y el respeto a la diferencia, y el cine gore y de terror cada vez más violento y nauseabundo importado de América y que tanto está contribuyendo a forjar una sociedad enferma. Lamentablemente apreciamos que la balanza se ha inclinado por lo segundo.
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