miércoles, 26 de octubre de 2022

McLORIN SALVANT, SUGERENTE Y ATERCIOPELADA

Ghost Song. Cécile McLorin Salvant, voz. Marvin Sewell, guitarra. Paul Sikivie, contrabajo. Glenn Zaleski, piano. Keito Ogawa, percusión. En complicidad con el Festival de Jazz de la Universidad de Sevilla. Teatro Lope de Vega, martes 25 de octubre de 2022


Cécile McLorin Salvant repitió escenario en su segunda comparecencia ante la afición sevillana. Debe estar familiarizada y encantada con el Lope de Vega y su magnífica acústica, también nosotros lo estamos con ella, su generosidad y su simpatía. En estos siete años la niña ha dado paso definitivamente a la mujer, como rezaba aquel registro de 2013, WomanChild, ha cosechado más éxitos y reconocimientos, dos Grammys más (y van tres) y la rendición prácticamente general de público y entendidos. Ha vuelto ya como una estrella sobradamente consagrada, con un repertorio muy distinto y un estilo más personal y sofisticado que cuando todavía se le comparaba con las grandes divas de la canción americana, Vaughan y Holiday a la cabeza. Pero mantiene esa simpatía y esa cercanía que ya entonces le caracterizaba y que le permite hacer amables concesiones al público que se dirige, en forma de esa impecable pronunciación castellana con que afrontó las propinas y con la que anunció una laringitis en proceso de superación que le obligó a abordar un programa algo más ligero y relajado del que en principio pudiera tener preparado.

Este inconveniente no le impidió exhibir una voz sólida, educada y de timbre profundo y aterciopelado. Una voz sugerente capaz de superar todo tipo de inflexiones y cambios de registro que se han convertido en marca de la casa y que hicieron las delicias de un público con el que en principio le costó enganchar, en parte debido a esa característica de sus funciones que consiste en contar historias, interpretarlas como si de una actuación dramática se tratara, lo que exige dominar el francés o el inglés, por muy clara e impecable que resulte su pronunciación. Incluso ese portugués con el que encaró las letras ancestrales de un tema con mucho colorido carioca que sirvió a Keito Ogawa y Glenn Zaleski para mantener un fluido y virtuosístico combate cuerpo a cuerpo, y es que quizás también debido a esa dolencia dejó mucho espacio para sus formidables músicos. De esto se benefició también Paul Sikivie al contrabajo, que dejó deslizar su talento con mucha elegancia y encanto en piezas como Until, que Sting compuso para la banda sonora de la comedia romántica Kate & Leopold protagonizada por Meg Ryan y Hugh Jackman. También destacó Marvin Sewell, especialmente en unas primeras canciones que McLorin entonó en francés y el guitarrista de Chicago adornó con un trabajo tan exquisito como extenuante. Él fue también responsable en gran medida de la magia que asomó en momentos muy destacados del concierto.

Cécile está de gira por Europa para presentar su último disco, Ghost Song, su trabajo más experimental hasta la fecha si dejamos de lado ese Ogresse que estrenó en el Met en 2018 y pronto convertirá en película de animación, otra de sus grandes pasiones. En este trabajo escénico homenajea a Sara Baartman, todo un símbolo de la lucha étnica que fue exhibida en Europa como freak. Pero como suele ocurrir cada vez que se anuncia una gira de presentación, apenas pudimos escuchar nada de este trabajo, Ghost Song, publicado hace apenas unos meses, aparte ese Until ya referido que Salvant deconstruyó hasta hacerlo irreconocible. Dejó también de lado los clásicos americanos que han protagonizado gran parte de su discografía y recitales, centrándose en composiciones propias y alguna rareza como ese Obsession que dedicó a su madre en el día de su cumpleaños. No faltó por supuesto su tradicional incursión en el teatro musical, esta vez de la mano del cabaret y su máximo exponente, Kurt Weill, de quien recitó con portentosas dotes cómicas Pirate Jennie de La ópera de tres peniques, toda una declaración de guerra a los hombres de parte de una mujer que clama venganza. Pudimos apreciar además que su estilo se ha personalizado tanto que ya no cabe compararla con las grandes referentes del género, como demostró en un Devil May Care de Bob Dorough, nada que ver con la icónica versión de Diana Krall, de líneas melódicas sustancialmente transformadas. Lástima que se denotara en la dinámica del concierto esa dolencia de la que aún no se ha recuperado, si bien no afectó a la dulzura de su voz ni a las inflexiones a que es capaz de someterla, dejando claro que es fruto también de una educación exquisita. En las propinas entonó en perfecto castellano el Gracias a la vida de Violeta Parra y se atrevió por bulerías con Todo es de color de Lole y Manuel... No se puede pedir más.

Foto: Mª Ángeles Ruiz
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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