domingo, 4 de febrero de 2024

JAVIER CAMARENA ABRE LA PUERTA DE NUESTRO CORAZÓN

Javier Camarena, tenor. Ángel Rodríguez, piano. Programa: Canciones de Francesco Paolo Tosti. Teatro de la Maestranza, sábado 3 de febrero de 2024


Hace algo más de seis años que Javier Camarena dejó una huella indeleble en nuestros corazones. Fue en un recital que el tenor mexicano dedicó en este mismo Teatro de la Maestranza a glosar la música y la memoria de Manuel García en una primera parte que encontró en su segunda razones de sobra para que se luciera en la ópera más popular y querida, de la mano de Donizetti, Verdi, Mozart y Rossini. Destacamos entonces la naturalidad de su emisión, la sofisticación exenta de afectación de su fraseo y su incomparable simpatía y falta de prejuicios a la hora de dirigirse al público, seducirlo y conquistarlo. Todo eso hizo presencia de nuevo en esta segunda comparecencia del tenor en nuestra ciudad, dentro de una gira que le ha llevado antes por Barcelona, Gerona, Zaragoza, Oviedo y Valencia. Ciudades privilegiadas que han podido disfrutar de la presentación en directo de su último disco, dedicado en su integridad a recuperar y dotar de nueva vida las canciones de Franceso Paolo Tosti, mucho más célebre, reconocido y popular en su época que en tiempos más recientes, a pesar de haber sido incluido habitualmente en el repertorio de voces tan importantes como las de Kraus, Di Stefano, Bergonzi, Pavarotti o Carreras, para quienes Camarena tuvo sentidas palabras a lo largo de su conmovedor recital.

Tosti fue violinista, tenor y compositor, triunfó en Roma y en Londres, y se codeó con la gente más influyente en los ambientes más selectos y refinados, organizando veladas musicales y conciertos destacados. Fue maestro de canto de Teresa de Saboya y de la reina Victoria de Inglaterra. La muerte de Eduardo VII, que lo nombró barón, provocó su regreso definitivo a Italia y su merecido retiro. Antes dejó un interminable legado de canciones, más de quinientas, de las que Camarena ha recuperado en su precioso disco un buen puñado. El espectáculo siguió casi de manera rigurosa el orden del disco, dejando fuera cinco canciones, dos de las cuales las recuperó en las consabidas e inevitables propinas. El recorrido arrancó con las muy melancólicas canciones de Amaranta, con textos de Gabriele d’Annunzio, un habitual de su repertorio, de las que In van preghi, in vano aneli suscitó la emoción de un público entusiasmado, a partir de lo cual ya no fue capaz de respetar los ciclos propuestos, rompiendo a aplaudir tras cada intervención del tenor y su inseparable pianista, Ángel Rodríguez. Parte del problema residió en la ausencia de un programa de mano en papel, ya que lamentablemente mucho público no es capaz de consultar la web del Maestranza, donde éste se reproduce con todo detalle y de la forma más ecológica posible. En este punto, debemos destacar también que la falta de subtítulos desfavoreció en parte el disfrute completo de un programa que giró alrededor del amor, sus alegrías y tristezas, y esa primavera eterna que tanto le informa.

Tras esas primeras cuatro canciones, con el sobreagudo portentoso que regaló en un In van preghi, cantado con mayor emoción que como aparece en el disco, Camarena cambió de registro y se tornó más amable y optimista, modificando el estilo entre arioso y liederista de las Canciones de Amaranta por el tono más distendido, pero de igual manera profundamente lírico, de canciones populares como Malia o Aprile, de nuevo más apesadumbrado, melancólico pero nunca afectado, en ese Sogno que da título al disco, para terminar la primera parte del concierto con L’ultima canzone, una de las piezas más populares de Tosti, cantado con voz ancha y profunda, de forma discretamente sofisticada para no traicionar su orientación popular. Rodríguez acompañó con la complicidad que proporciona tantos años de colaboración, siempre atento a cada inflexión y matiz, con tanta sensibilidad como buen juicio a la hora de plasmar el lirismo, el ritmo y la melodía de cada pieza.


La segunda parte arrancó en francés, con tres de las cuatro Mélodies de Charles Fuster en perfecto estilo, remarcando su carácter puramente melódico y delicado, que Rodríguez acompañó con tintes impresionistas, siempre ceñido a la piel de la voz de precioso timbre y elegantísimo fraseo del tenor, que aprovechó cada momento para desgranar ante el atentísimo público su admiración por el compositor y por las inolvidables voces que le han precedido y que en algún momento incluyeron a Tosti en sus repertorios. Gestos de generosidad y respeto con los que el cantante rubricó su condición de showman ya percibida en su anterior comparecencia en Sevilla. Sorprende sin embargo su rústica pronunciación en inglés en Because, una de las dos en este idioma que incluye el disco; la segunda, First Waltz, más afín al incipiente estilo musical norteamericano que profesaban autores como Victor Herbert, Sigmund Romberg o Rudolf Friml, tan próximos a la opereta vienesa, la ofreció como propina. Vorrei morire! marcó quizás el momento más conmovedor de la velada, una auténtica declaración de respeto a la única certeza que los humanos tenemos desde que nacemos y que debemos afrontar con la mayor de las humildades, banalizando esta vida que cada uno y una creemos tan importante y trascendental.

De nuevo vertiginosos agudos y exquisitas ornamentaciones acompañaron la belleza indiscutible y la potencia atronadora de su privilegiada voz. Apri! (la porta), con letra de Lorenzo Stecchetti, supuso otro escalón de oro en este inolvidable recital, uno de cuyos sobreagudos provocó el aplauso antes de terminar, lo que a su vez derivó en bromas y risas cómplices del simpático cantante. Un momento de distensión que llevó al final programado, con la muy desenfadada Chitarrata abruzzese, que Caruso popularizó en tiempos del propio Tosti, y Camarena acometió en perfecto estilo y acento. En las propinas recuperó, además de First Waltz, el famoso Marechiare, un clásico de Pavarotti, y regaló al cautivado público, casi secuestrado por su poder de seducción, Malagueña salerosa y el bolero Júrame, aflorando su habilidad para abrazar el mariachi patrio. A todo se ciñó Ángel Rodríguez con una extraordinaria sensibilidad, un fraseo elegante y una proverbial capacidad para adaptarse a cada matiz y detalle de la portentosa voz de Camarena. Tan bueno fue el resultado de ambos artistas en general, que a la hora de escribir estas líneas había olvidado que durante la primera parte del recital, Camarena acusó una emisión no tan limpia como cabía esperar en un tenor de su talla. Un inconveniente que, no obstante, resolvió con prontitud y eficacia.

Fotos: Guillermo Mendo

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