Teatro de la Maestranza, lunes 13 de noviembre de 2023
Prometió hablar en castellano la próxima ocasión en que visitara nuestra ciudad, y de alguna manera lo cumplió. Siete años después de su concierto en el Lope de Vega, se presentó en nuestro idioma y por varias veces intentó mezclar el portugués, que sí domina, con palabras en español o ligeramente españolizadas. Anoche el coliseo sevillano escondió los decorados de Norma para ofrecernos un concierto intimista y ensimismado, el de la refinada vocalista de jazz norteamericana Stacey Kent junto a su británico marido y mentor, el saxofonista Jim Tomlinson, y el sensacional pianista también norteamericano pero de origen japonés Art Hiarahara, con quien grabó el que ya es su penúltimo registro y que en teoría centraba el concierto de anoche y la gira que les está llevando a los tres por catorce países durante nueve semanas.
La pasión de Stacey Kent por la música brasileña, muy especialmente por la bossa nova que tanto influyó en su carrera desde el momento en que entró en contacto con el guitarrista Roberto Menescal, se tradujo en unas versiones acariciadas de los temas de Antonio Carlos Jobim Bonita e Imagina, aunque donde más se hizo patente el ritmo carioca fue en Waiter, Oh Waiter, una canción de Tomlinson e Ishiguro incluida en el disco The Changing Lights de 2013. Después de pasearnos por Manhattan orgullosa de sí misma de la mano de Lenny Bernstein y el precioso Lucky to Be Me del musical On the Town, nos sobrecogió el corazón con la versión de Ne me quitte pas de Jacques Brel que adaptó al inglés Rod McKuen con el título de If You Go Away. Ambas versiones se incluyen en el último disco del conjunto. Y aún hubo tiempo para viajar en Trenes, barcos y aviones con Burt Bacharach y Hal David, siempre desde el registro más intimista y delicado que una voz puede alcanzar, arropado con la sofisticación de dos geniales instrumentistas.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
Prometió hablar en castellano la próxima ocasión en que visitara nuestra ciudad, y de alguna manera lo cumplió. Siete años después de su concierto en el Lope de Vega, se presentó en nuestro idioma y por varias veces intentó mezclar el portugués, que sí domina, con palabras en español o ligeramente españolizadas. Anoche el coliseo sevillano escondió los decorados de Norma para ofrecernos un concierto intimista y ensimismado, el de la refinada vocalista de jazz norteamericana Stacey Kent junto a su británico marido y mentor, el saxofonista Jim Tomlinson, y el sensacional pianista también norteamericano pero de origen japonés Art Hiarahara, con quien grabó el que ya es su penúltimo registro y que en teoría centraba el concierto de anoche y la gira que les está llevando a los tres por catorce países durante nueve semanas.
En Songs from Other Places, Kent y Hirahara desgranan una serie de temas relacionados de alguna manera con algún que otro cuaderno de viaje, músicas de aquí y allá que inspiraron la carrera de la artista, en arreglos limitados a voz y piano que en esta gira están conociendo nuevas versiones a las que se han unido las flautas, los saxos y la percusión de un enorme y entregado Jim Tomlinson. Precisamente con un tema de este disco comenzó el viaje, a ritmo de Tango en Macao pero con escalas en Buenos Aires, una de tantas piezas que el propio Tomlinson ha compuesto para su flamante esposa y a las que ha puesto letra el escritor Kazuo Ishiguro, autor entre otras de la novela Lo que queda del día, de la que James Ivory hizo una espléndida adaptación al cine en 1993. Y de ahí pasamos a París, de la mano del nunca suficientemente llorado Michel Legrand, que como ella también subió al escenario del hoy clausurado Lope de Vega. El Vals de las lilas logró hacernos derramar alguna lágrima, entre la belleza y la nostalgia, con ese francés susurrado de la pequeña Stacey, y nos hizo deambular por los bulevares parisinos, tal como hizo también el mítico Bajo los cielos de París de Hubert Giraud que popularizó entre otros Edith Piaf, que la banda ha incluido en su último disco, recién sacado del horno, Summer Me, Winter Me, y que la cantante entonó traducida al inglés. Más tarde, La javanaise que Serge Gainsbourg compuso para Juliette Greco, siguió evocando esos paisajes parisinos entonados con la voz aguda pero susurrada de Kent y el elegante acompañamiento de su cómplice corte.
La pasión de Stacey Kent por la música brasileña, muy especialmente por la bossa nova que tanto influyó en su carrera desde el momento en que entró en contacto con el guitarrista Roberto Menescal, se tradujo en unas versiones acariciadas de los temas de Antonio Carlos Jobim Bonita e Imagina, aunque donde más se hizo patente el ritmo carioca fue en Waiter, Oh Waiter, una canción de Tomlinson e Ishiguro incluida en el disco The Changing Lights de 2013. Después de pasearnos por Manhattan orgullosa de sí misma de la mano de Lenny Bernstein y el precioso Lucky to Be Me del musical On the Town, nos sobrecogió el corazón con la versión de Ne me quitte pas de Jacques Brel que adaptó al inglés Rod McKuen con el título de If You Go Away. Ambas versiones se incluyen en el último disco del conjunto. Y aún hubo tiempo para viajar en Trenes, barcos y aviones con Burt Bacharach y Hal David, siempre desde el registro más intimista y delicado que una voz puede alcanzar, arropado con la sofisticación de dos geniales instrumentistas.
Una de las más gratas sorpresas de la noche llegó de la mano de Tomlinson y su solo de saxofón entonando el épico y a la vez sensual tema principal de la película de Minnelli Cautivos del mal (The Bad and the Beautiful), que compuso David Raksin en 1952, quien también convive en el Maestranza con otros fantasmas, ya que fue él quien en 1991 dirigió uno de los primeros conciertos de música de cine que se celebraron en el entonces recién inaugurado teatro. La pieza sirvió para enlazar con el más animado I Wish I Could Go Travelling Again de Tomlinson e Ishiguro, otra oda a la pasión viajera que nos llevó al Verano de Picasso al que Legrand puso música en una extravagante película de 1972 en la que participó Luis Miguel Dominguín, y a la que Alan y Marilyn Bergman añadieron letra hasta servir como título de ese último y recién estrenado disco de Stacey Kent y su banda. Un clásico de Lennon y McCartney, Blackbird, con los arreglos para piano de Hirahara, ocupó la cuota folk de la velada, mientras Bésame mucho demostró que la cantante sabe pronunciar nuestro idioma mejor que Diana Krall. Lentísima, desgranada con deleite, sonó A Time for Love, precedida de otro sensacional solo de Tomlinson; una canción que Johnny Mandel y Paul Francis Webster compusieron un año después de La sombra de tu sonrisa, para el film An American Dream (Esclavos del pecado). Y todo así, relajado, susurrado, como si de una técnica japonesa tipo Shiatsu se tratara, puestos a relacionar la carrera de Stacey Kent con el país asiático, sea por su acompañante pianista o el prestigioso autor de las letras de muchas de sus canciones originales.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
No hay comentarios:
Publicar un comentario