Guion y dirección Gerard Bush y Christopher Renz Fotografía Pedro Luque Briozzo Música Roman GianArthur y Nate Wonder Intérpretes Janelle Monáe, Jena Malone, Eric Lange, Kiersey Clemons, Jack Huston, Gabourey Sidibe, Lily Cowles, Marque Richardson, London Boyce, Robert Aramayo, T.C. Matherne, Tongayi Chirisa, Arabella Landrum Estreno en España 2 septiembre 2020; en Estados Unidos (Internet) 18 septiembre 2020
Con un largo plano secuencia arranca esta inquietante película, introduciéndonos en un espacio luminoso pero cargado del horror más explícito imaginable, el que debía producirse casi a diario en las plantaciones sureñas durante la Guerra de Secesión, con el sometimiento pleno de esclavos y esclavas a la mano dura, sádica e insensible del señorito blanco, traducido a menudo en duros castigos y hasta la muerte. Látigos, horcas e incluso crematorios que preceden a los horrores nazis de la Segunda Guerra Mundial, protagonizan este campo minado antes de la guerra (Antebellum), la lucha anti apartheid que han liderado las mayorías afroamericanas arrancadas de sus tierras por la mano avariciosa y cruel de españoles y otras razas execrables, y entregadas a unos colonos que no acaban de redimirse de lo que se conoce como el pecado original americano.
Más de actualidad que nunca, merced a los incesantes disturbios que se producen en las calles de algunas ciudades norteamericanas a raíz del asesinato sistemático de gente negra a manos de una policía criminal e insensata, Bush y Renz debutan en el largometraje, tras dirigir algunos cortos y videoclips, juntos y por separado, con esta producción que como otros éxitos anteriores como Nosotros o Déjame salir, combina más o menos hábilmente la denuncia antirracista y el terror clásico, saliendo bastante airosos de la empresa. Y es que estos directores han sabido priorizar entretenimiento con un producto competente y bien realizado, inquietante en sus planteamientos y original en su conjunto, aunque para construirlo echen mano de otros títulos más o menos instalados en nuestra memoria, con Shyamalan y las más relevantes cintas sobre la esclavitud negra a la cabeza.
Alternando tiempos y espacios, la cinta genera una cierta fascinación que crece una vez terminada la proyección y se asienta como producto audiovisual de primer nivel ayudado en buena parte por un guion hábil y entretenido y unas interpretaciones sobresalientes, entre las que destacan las de la cantante pop Janelle Monáe, que afianza así su carrera como actriz tras haber intervenido con éxito en películas como Moonlight, Figuras ocultas, Bienvenidos a Marwen o Harriet, y Gabourey Sidibe (Precious), como mujeres empoderadas en su doble lucha contra la marginación racista y el patriarcado machista, no importa la raza, el color o el peso. Es cierto que podría haber profundizado más y mejor en sus postulados, pero esto es cine de evasión para reflexionar un poco pero no para meditar en exceso ni provocar elucubraciones intelectuales. En su contra solo destacar que su narrativa sufre en ocasiones pérdida de ritmo e interés, pero es lo menos de lo que podríamos acusar a sus inexpertos directores. Un apartado a destacar es su imaginativa y desasosegante banda sonora.
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