Bueno, Blanco, Sánchez, Seco y Ruiz |
El segundo de los conciertos con los que el Maestranza, en colaboración con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, está celebrando la antesala de una esperanzadora nueva programación, se anunciaba espectacular y novedoso, y desde luego popular. Tanto es así que logró concitar tal cantidad de público que prácticamente todo el aforo permitido estuvo ocupado. Sin duda una buena iniciativa para llenar espacios e intentar recuperarse del saldo negativo que la pandemia ha dejado en la pasada temporada. Decisión que debería repetirse con ideas originales e imaginativas a lo largo del curso.
Con el veterano grupo sevillano Los
Escarabajos y la Sinfónica sobre el escenario, aunque sin compartirlo
más que en las propinas, la dinámica se centró en los mal llamados concerti grossi que el compositor y
músico eslovaco Peter Breiner
articuló a principios de la década de los noventa del siglo pasado en torno a la música de The Beatles.
Solo el primero de estos tres conciertos, a los que habría que añadir un cuarto
y otra serie de obras fundamentales del Barroco reescritas a partir de las
melodías del legendario grupo de Liverpool, puede calificarse como grosso, al contraponer un grupo de
solistas, dos violines y un violonchelo en este caso, al tutti orquestal, mientras las
otras dos piezas convocadas cuentan con un solista inconfundible y
perfectamente reconocible, el violín en el caso del segundo y la flauta en el
del tercero. La dinámica consistió en presentar los temas tal cual los conocemos,
de lo que se encargó el grupo de rock
revival sevillano, realizando para la ocasión una serie de transiciones con las que ofrecer las canciones en forma de
suite fluida y sin pausa, y a continuación ofrecer la versión de los mismos
en forma de concierto o suite barroca,
tal como los ideó el autor eslovaco y los grabó para Naxos con su propia
orquesta de cámara.
Éxitos imperecederos
Juan Luis Pérez |
Juan Luis Pérez fue de nuevo el encargado de dirigir a la Sinfónica en estos tres conciertos recreados presuntamente al estilo de Haendel, Vivaldi y Bach, aunque solo el segundo es realmente reconocible, y gracias fundamentalmente a su inconfundible reflejo en Las cuatro estaciones, mientras el uso de la flauta en el tercero no resulta suficiente para evocar los Conciertos de Brandeburgo en su complejidad, y la majestuosidad de Haendel queda bastante desdibujada. La orquesta ofreció sin embargo unas lecturas desprejuiciadas, entusiastas y frescas, perfectamente ensambladas y articuladas, en formación reducida y con prácticamente la única y exclusiva participación de la cuerda, más el clave de Tatiana Postnikova, que en alguna ocasión nos regaló el insólito sonido del instrumento al servicio de acordes sincopados al más puro estilo swing.
Yasnytskyy y Morelló |
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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