Guion y dirección Pilar Palomero Fotografía Daniela Cajías Música Juan Carlos Naya Intérpretes Andrea Fandós, Natalia de Molina, Zoe Arnao, Carlota Gurpegui, Julia Sierra, Francesca Piñón, Álvaro de Paz, Mercé Mariné, Ainara Nieto Estreno en el Festival de Berlín 23 febrero 2020; en Málaga 22 agosto 2020; en salas 4 septiembre 2020
Hay muchas cosas en este celebrado debut en el largometraje de la hasta ahora documentalista y cortometrajista Pilar Palomero, que podría explicar su propia autora pero que corresponde al reseñista analizar y desentrañar, entre ellas un formato 4:3 que quizás encierre un mensaje de opresión. No cabe duda de que pretende analizar la realidad de un país que casi veinte años después de morir el dictador todavía se amparaba en una educación fuertemente intervenida por la religión católica, y desde luego impacta que eso suceda aún y que quienes sufrimos los efectos de tan devastadora formación sentimental veinte años antes podamos seguir sintiéndonos identificados e identificadas con las niñas protagonistas de este film que se ambienta en el esperanzador 1992 de los Juegos Olímpicos y la Exposición Universal.
Sorprende comprobar que el país se sustenta sobre una educación sentimental tan pobre y equivocada, aunque sea en el seno de estos colegios privados o concertados donde más se fomenten los valores que durante tanto sirvieron para controlar a la población y diezmar su capacidad de realización en libertad y sintonía con los tiempos que corren. La única diferencia entre generaciones como la nuestra, que vivimos la transición siendo casi adolescentes, la de quienes protagonizan esta sensible crónica del difícil paso de la infancia a la adolescencia, y las más contemporáneas, seguramente es que ya no se puede pegar a los y las niñas; por lo demás los mecanismos de control siguen siendo los mismos, y volcarlos sobre el sexo y la prohibición de su ejercicio fuera del contexto estrictamente hetero-religioso-familiar su herramienta más frecuente. Pero no es solo de esta difícil lucha por erradicar tan dañinos procedimientos de lo que habla la poética película de Palomero, que sí demuestra sentimiento y sensibilidad a la hora de plasmar con todo detalle situaciones que forman parte de nuestro acervo cultural y emocional.
Una singular situación abre y cierra con maestría y precisión este camino de descubrimiento que la joven protagonista emprende con la inestimable ayuda de una nueva compañera de escuela, no por casualidad catalana, una comunidad que el resto del país se empeña en exorcizar cuando es evidente que han estado siempre a la vanguardia en todo, y eso también les diferencia. Con ojos tan grandes, abiertos y curiosos como los de Ana Torrent en las míticas El espíritu de la colmena y Cría cuervos, pero con algunos años más, los necesarios para pasar de niña a mujer, la protagonista de la película se plantea preguntas que una madre incapaz de ofrecer cariño y unas monjas incapaces de afrontar la realidad no pueden responder. Todo fruto de una orfandad sentimental que Palomero desentraña con el portentoso trabajo que realizan la niña Andrea Fandós y el resto del elenco, fundamentalmente sus dos amigas y las de la hermana de una de ellas, mayores y con esa cierta capacidad para hacer daño que tan nefasta educación propicia.
La cinta de la prometedora realizadora, premiada en Málaga con la Biznaga de Oro, no pretende detenerse en la denuncia y sus consecuencias, sino que rebusca en el subconsciente y la memoria colectiva para poner en escena momentos entrañables y otros no tanto, los que inundan nuestros recuerdos, algunos tan inventados como permite la imaginación y la creatividad con la que muchos y muchas disfrazamos el pasado, especialmente los momentos más dolorosos. Se nota que la de Palomero, como suele ocurrir con las óperas primas, se basa en gran parte en vivencias personales, conoce el terreno y pone su pequeña piedra para que las futuras generaciones de mujeres, y hombres, decidan con mayor libertad y no sufran las terribles consecuencias que una carencia sentimental, propiciada por una nefasta educación, puedan seguir provocando en el futuro de un país en tantos aspectos a la cola de Europa, donde la herencia franquista sigue dando tan malos réditos como el comportamiento nada ejemplar del emérito.
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