Guion y dirección Jayro Bustamante Fotografía Luis Armando Arteaga Música Pascual Reyes Intérpretes Juan Pablo Oyslager, Diane Bathen, Mauricio Armas, Rui Frati, Sabrina de la Hoz, Sergio Luna, Pablo Arenales, Mara Martínez, Enrique Arguello, María Telón Estreno en el Festival de Berlín 8 febrero 2019; en Francia 1 mayo 2019; en España (no en Sevilla) 4 septiembre 2020
España descubrió América en el glorioso siglo XV, justo cuando la Santa Inquisición quemaba herejes, se perseguía la brujería y se emprendían guerras santas a lo largo y ancho de Europa, promoviendo así la Palabra de Cristo, muerto en la cruz para la salvación de todos los seres humanos. Los españoles llegamos a América para ampliar nuestro Imperio y predicar el Evangelio, arrasando entre los indígenas, que sin nuestra bienaventurada ayuda habrían ardido en el infierno. Nuestra huella ha quedado indeleble, aun después de que a lo largo del siglo XIX fuésemos liberando generosamente a los países hasta entonces bajo nuestra gloriosa hegemonía. La clase patricia, la aristocracia aria heredera de nuestros genes sigue ocupando un estrado superior, mientras la población indígena ocupa el que le toca, la servidumbre y el trabajo duro de la tierra, al servicio del ario y poderoso, más ocupado en cuestiones del alma y con la Iglesia como paradigma del buen comportamiento y la vida ordenada y decente.
El plan de Dios por lo tanto pervive gracias a nuestra sagrada influencia ejercida durante siglos de justa dominación, y en ese contexto no valen las desviaciones, especialmente las de la carne, fuera de la familia y de la educación de los niños, término que engloba a niños y niñas, como toda la vida, basta ya de terminología inclusiva proveniente de las ideologías mal llamadas progresistas que están minando nuestra conciencia y razón. Fruto de la generosidad que caracteriza al buen cristiano, todavía hay salvación para quienes eligen el mal camino, como por ejemplo el de la homosexualidad al margen de la familia tradicional, buscando la autosatisfacción en detrimento de la felicidad de quienes nos rodean. Existen tratamientos para curar la homosexualidad, como bien plasmaba también la película Identidad borrada, y a ellos debemos recurrir para corregir la desviación de nuestros seres queridos, y si es en el seno de la Iglesia, y la Evangélica añade mucha espectacularidad al asunto, mejor.
En una tierra tan proclive a los terremotos como Guatemala, no cabe duda de que hay temblores que preocupan más que la desgracia de los pobres, los del alma. El director Jayro Bustamante y el actor Juan pablo Oyslager prestan un buen servicio en esta imprescindible película en la que se respira el desasosiego y el ambiente malsano de una conducta desviada y la lucha para erradicarla, y donde más vale el calvario de uno que el de toda una comunidad. La obligación de toda buena familia cristiana, burguesa y dominante, debe ser cumplir ese plan de Dios y extirpar esos frutos podridos desviados del Evangelio… Solo la mirada entre el consuelo y la comprensión de una hija, la nueva generación, puede interpretarse como una señal de esperanza para que todo lo hasta aquí descrito deje de torturarnos.
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