USA 2020 134 min.
Guion y dirección Charlie Kaufman, según la novela de Ian Reid Fotografía Lukasz Zal Música Jay Wadley Intérpretes Jessie Buckley, Jesse Plemons, Toni Collette, David Thewlis, Guy Boyd, Colby Minifie, Jason Ralph, Frederick Wodin, Ryan Steele, Unity Phelan y la voz de Oliver Platt Estreno en Netflix 4 septiembre 2020
Dicen quienes han leído la novela (corta) en la que se basa esta película (larga) que su base literaria es más inteligible que la adaptación cinematográfica, aun siendo también compleja. Dicen también que Charlie Kaufman ha logrado no obstante captar la esencia y la atmósfera plasmada por Ian Reid en su manuscrito. Lo cierto es que se asemeje o no a su referente originario, Estoy pensando en dejarlo es coherente con el universo del director norteamericano, paradigma del surrealismo cinematográfico y fiel artífice de eso que llaman cine independiente americano en su vertiente más alternativa y autorial. Sus guiones para Spike Jonze (Cómo ser John Malkovich, El ladrón de orquídeas), Michel Gondry (¡Olvídate de mí!, por la que ganó el Oscar) y la ópera prima de George Clooney como director (Confesiones de una mente peligrosa) le abrieron las puertas de la dirección con títulos como Synedoche New York y Anomalisa.
Las circunstancias de la pandemia o de los nuevos formatos de emisión le han llevado a estrenar su último trabajo en una plataforma digital. Se trata de una complejísima y dificilísima de entender disquisición metafísica sobre la vida, las convenciones románticas, familiares y sociales y nuestro papel en el planeta. Eso es lo que parece sugerir, pero lo cierto es que en la forma asistimos a un trabajo en el que desde los primeros minutos ya se nos está exigiendo una atención máxima y exasperante, cuando sobre la voz de Jessie Buckley (Wild Rose) recitando frases tan profundas como intimistas, nuestra atención se debate entre la sinuosa y estimulante música de Jay Wadley y los objetos minuciosamente retratados por Lukasz Zal, que parecen querer añadir más información sobre los personajes, sus relaciones y sus inquietudes, así como la melancolía del pasado representado en duros paisajes nevados.
Un par de secuencias, de un cuarto de hora y veinte minutos respectivamente, de conversación en un coche, lo que no convierte el conjunto en una road movie, una serie de inexplicables escenas domésticas con la clásica familia disfuncional yendo y viniendo en el tiempo, y algún que otro homenaje a Rodgers y Hammerstein, fundamentalmente a Oklahoma!, en forma de bailes y canciones, que no convierten la función en un musical, articulan este complicado puzzle en el que el hastío va paulatinamente sustituyendo a la curiosidad, y la perplejidad va dejando paso al aburrimiento. Lamento no encontrarme entre esa multitud de inteligentes entendidos que se han apresurado a tildar la película de obra maestra.
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