Dirección Niki Caro Guion Rick Jaffa, Amanda Silver, Lauren Hynek y Elizabeth Martin Fotografía Mandy Walker Música Harry Gregson-Williams Intérpretes Liu Yifer, Donnie Yen, Gong Li, Jet Li, Jason Scott Lee, Yoson An, Tzi Ma, Rosalind Chao, Cheng Pei-Pei, Xana Tang, Ron Yuan, Jun Yu, Chen Tang, Doua Moua, Jimmy Wong Estreno en Los Angeles 9 marzo 2020; en Estados Unidos y España (Internet) 4 septiembre 2020
Hace más de veinte años Mulán pasó a la historia de Disney por ser la primera ocasión en que la protagonista era un personaje travestido, una mujer que para conseguir sus propósitos necesitaba hacerse pasar por hombre, tipo Víctor o Victoria o Yentl, algo que se vendió como supuesta audacia a pesar de lo ingenuo de la situación. En esta vorágine que se trae la ambiciosa productora de rehacer sus clásicos animados con personajes de carne y hueso, ha sido una buena decisión confiar la dirección de este nuevo título a Niki Caro, solvente realizadora a la que debemos las estimables Whale Rider y En tierra de hombres, y que ahora prepara un biopic de Maria Callas. Ella y un equipo de guionistas formado fundamentalmente por mujeres han logrado aportar una mirada más femenina y menos complaciente con lo que todavía se espera del género, que sea romántica, enamoradiza y delicada.
La nueva Mulán todavía lo es, pero menos que su predecesora animada. En su lugar reafirma un carácter fuerte y decidido, intrépido y arriesgado, pero sobre todo valiente y arrojadiza, lo que le vale para en un laberinto de convenciones y lugares comunes, vencer a un enemigo con forma de Jason Scott Lee, que para muchos y muchas debiera personificar más bien a la víctima de un sistema establecido. Y es que Disney impone sus valores y a Caro le es imposible apearse de las servidumbres que defiende la jefatura, como vanagloriar la perpetuidad de un sistema basado en el origen divino, sea rey o emperador, o reincidir en los errores del hombre, la violencia, la guerra, para dirimir conflictos, sin aportar una mirada y un ingenio más genuinamente femenino que imponga una alternativa válida al asunto. Sin embargo Caro se las ingenia para que al final sea más bien el ingenio y no el uso directo de las armas, por mucho que el personaje se revele una experta en la materia, lo que utilice su protagonista para resolver los retos propuestos.
Un reparto oriental, que no necesariamente chino, y un asesoramiento histórico y cultural más que discutible, pero útil a los propósitos de la empresa, se suma a unos valores artísticos más que evidentes, desde una fastuosa dirección artística y un deslumbrante vestuario a una fotografía preciosista y una delicada y evocadora banda sonora, que sacrifica las canciones del original aunque cita sus melodías en la partitura orquestal y añade una nueva canción de Matthew Wilder y David Zippel que vuelve a entonar Christina Aguilera. Entre los mayores logros de la cinta está evitar, como cabía temer, que el espectáculo sirva para emular los éxitos épicos de Ang Lee (Tigre y Dragón) y Zhang Yimou (Hero, La casa de las dagas voladoras), y mantener sin embargo una entidad propia. Otro logro es desmitificar la villana de turno, la extraordinaria Gong Li, justificando su brujería como salida a la discriminación de género y respuesta al desprecio recibido por hacer valer sus derechos como igual a los hombres, haciendo así justicia a siglos de infamia, discriminación y hasta aniquilación de mujeres convertidas en brujas simplemente por reivindicar su derecho a la igualdad y el respeto.
Pero sobre todo la leyenda sigue sirviendo a Disney a sus propósitos de enaltecer a la familia, manteniendo un discurso de mutua admiración y respeto entre un padre y su hija, que Caro ha moldeado lo suficiente para darle un cariz expresivo y emocional más contundente y convincente que en el ya conseguido original. Mulán es por todo ello un producto espectacular, competente y consistente, que aporta un punto de vista femenino hasta donde la rancia productora le permite, que ya es algo. Muchos países han optado por mantener su estreno en salas, mientras otros como el nuestro han preferido confiar su exhibición a internet.
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