Italia 2019 114 min.
Dirección Ferzan Ozpetek Guion Ferzan Ozpetek, Silvia Ranfagni y Gianni Romoli Fotografía Gian Filippo Corticelli Música Pasquale Catalano Intérpretes Stefano Accorsi, Edoardo Leo, Jasmine Trinca, Sara Ciocca, Edoardo Brandi, Barbara Alberti, Serra Yilmaz, Pia Lanciotti, Filippo Nigro, Dora Romano, Barbara Chichiarelli, Matteo Martari Estreno en Italia 19 diciembre 2019; en España (no en Sevilla) 25 septiembre 2020
El fenómeno Almodóvar propició en la década de los noventa del siglo pasado la aparición de directores con inquietudes y estéticas parecidas en países de nuestro entorno como Francia (François Ozon) e Italia (Ferzan Ozpetek). Ozpetek saltó a la fama con Hamam, el baño turco, y se consagró definitivamente con El hada ignorante. Sin embargo no ha vuelto a producir un film tan interesante como esos primeros, por más que insista en temas y lugares comunes en cintas como Tengo algo que deciros o Magnífica presencia. La diosa fortuna no viene a enmendar una carrera algo estancada, que trata fundamentalmente temas relacionados con la homosexualidad aunque en ella también hayan tenido cabida los romances heteros (La ventana de enfrente).
Según la leyenda la diosa referida otorga a quienes se miran frente a frente y tras cerrar los ojos fijan dicha imagen en la mente, la suerte de disfrutar de su compañía para siempre. Una pareja homosexual, por supuesto atractivos y masculinos (Accorsi y Leo), viven su particular crisis sentimental cuando de repente su mejor amiga (Trinca) les confía sus hijos menores de edad para que los cuiden mientras ella se somete a unos exámenes médicos, a la vez que esconde un pasado marcado por una madre aristócrata despiadada y dominante. El previsible drama se enmarca en paisajes y entornos muy comunes al género, desde apartamentos exquisitamente ambientados a pandillas de travestís, amigas íntimas, transgéneros y apuestos amantes, recurriendo a menudo a interpretaciones forzadas y situaciones que rozan lo patético. No falta el referente explícito al almodovarismo, en esta ocasión en forma de coreografía oriental a cargo de Dora Romano y la niña Sara Ciocca, mientras el material dramático es servido con ritmo y sentido del entretenimiento, pero con una vocación a lo previsible que lastra gran parte de su resultado.
En el fondo subyace el interés de demostrar la validez de nuevos modelos familiares, donde el verdadero cariño sustituye a los lazos de sangre, en ocasiones demasiado tóxicos y dolorosos, aunque para ello aplique recursos muy peregrinos. Un canto por lo tanto a la paternidad homosexual que acierta a plasmar el amor incondicional que se profesan los protagonistas, aunque en el empeño se yerre al definir el deficiente comportamiento de uno de ellos.
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