Recién estrenado el otoño, empiezan a reaparecer los viejos amigos, y entre los más veteranos y queridos se encuentran por supuesto los de Juventudes Musicales, que ayer dio el pistoletazo de salida a su nueva temporada de conciertos. Con la misma familiaridad que les ha caracterizado a lo largo de tantas décadas, la propuesta de inicio vino protagonizada por dos jóvenes talentos que coincidieron mientras completaban sus estudios en Londres. El griego Michael Iskas y el navarro Íñigo Mikeleiz encontraron sugerente y original la combinación de sus dos instrumentos, la viola en el caso del primero y el acordeón en el del segundo, y no dudaron en formar este conjunto que actualmente tiene su residencia en la ciudad del Támesis. Con este concierto se dieron a conocer en la ciudad en la que precisamente han grabado su primer trabajo discográfico, de la mano del sello Lindoro radicado en El Arenal, que verá la luz muy pronto.
En la primera parte del concierto, Diaphon Duo presentó algunos de los temas que conforman ese álbum de debut. Dejando claro que la música tonal y melódica sigue viva, Breathing Space es un trabajo específicamente creado para ellos por el joven escocés Lewis Murphy, especializado en ópera y música escénica, que evoca una atmósfera agradable y distendida en la que de las voces combinadas emergen paisajes placenteros y amables, con la viola como portadora del discurso melódico y el acordeón generando el ambiente propicio para ese resultado cálido y conmovedor. En Koncert del danés Martin Lohse la gramática se torna algo más ácida y austera, aunque sin salirse de un lenguaje sencillo y convencional. Las oportunidades de lucimiento fueron aquí más palpables, especialmente para la viola, sustituyendo con acierto al oboe original, siempre sedosa y con un timbre que Iskas se esmeró en mantener siempre homogéneo. Un breve largo sirvió de puente entre dos allegros de frases curvilíneas y envolventes que los jóvenes intérpretes llevaron a muy buen puerto.
Aprovechando el centenario de Astor Piazzolla, abordaron Minimal Tango, una página del también navarro Joaquín Taboada inspirado en el celebérrimo Libertango, con la que Mikeleiz encontró mayores ocasiones de lucimiento, fomentando su carácter abierto y enérgico con brillantes acordes y un espíritu febril muy apropiado, a lo que Iskas respondió en perfecta sintonía. El diálogo fue la baza fundamental sobre la que se trazó el resto del programa, con las Siete canciones de Falla adaptadas a la viola, instrumento perfecto para emular la voz humana, y el acordeón haciendo las veces del piano o la guitarra de acompañamiento. Cada una fue formulada en perfecto estilo y con el espíritu justo, previa lectura atenta y detallista de los poemas, no cantados. También con dos de los números de las Doce danzas españolas de Granados, la Oriental y la famosa Andaluza, asumieron ese espíritu racial que en manos de la viola y con frotados a menudo extremadamente pianissimi, acuñó un estilo eminentemente bohemio. Menos lograda resultó la adaptación de la preciosa Pavana para una infanta difunta de Ravel, acaso algo acelerada y sin la medida justa de emotividad que la pieza exige. Con Le Grand Tango de Piazzolla, ambos encontraron el vehículo definitivo para el derroche de sus aptitudes, con frases virtuosísticas en perfecto equilibrio con las más íntimas y un brillante diálogo entre ambas voces, que repitieron con la idiomática página de un compañero de promoción que ofrecieron como propina. Las simpáticas explicaciones del acordeonista ayudaron al feliz desarrollo del recital.
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