Dirección Claudia Pinto Emperador Guion Claudia Pinto Emperador y Eduardo Sánchez Rugeles Fotografía Gabriel Guerra Música Vincent Barriere Intérpretes Juana Acosta, Alfredo Castro, María Romanillos, Carme Elías, Sonia Almarcha, Christian Checa, Héctor Alterio, Enrique Gimeno Estreno en el Festival de Málaga 11 junio 2021; en salas 17 septiembre 2021
A veces suceden estas casualidades inexplicables. Después de pasar por el Festival de Málaga, donde se hizo con los premios de la Crítica y a la mejor actriz de reparto para la joven María Romanillos, Las consecuencias se estrenó en salas comerciales el pasado viernes 17 de septiembre. Rodada casi íntegramente en la isla de La Palma, fundamentalmente en la zona de La Cueva Bonita, que figura con sus casas adosadas a los acantilados como islote abandonado quizás en el Mediterráneo, cerca de Valencia, uno de sus personajes sentencia casi al final de la película que hay que ser muy inconsciente para instalarse en una isla volcánica como esta. Justo dos días después de su discreto y apenas publicitado estreno, estalló un nuevo volcán en la isla, con las trágicas consecuencias para sus habitantes que vamos conociendo.
La directora venezolana Claudia Pinto Emperador parece encontrar en la familia, sus secretos, quiebros y dolores, el material argumental y sentimental idóneo para sus películas. Así ocurrió en La distancia más larga, también con producción española, y ahora en este inquietante film en cuya primera mitad no acertamos muy bien a saber qué es lo que le interesa contar a su realizadora, pero que poco a poco va desvelando sus terribles verdades. No es casualidad que la pertrecha relación de una mujer con su familia mientras intenta superar un espeluznante trauma, se desarrolle sobre las faldas de un terreno volcánico, tan amenazador como la delicada capa sentimental que protege y a la vez agobia a su protagonista.
Pinto se cuida por lo tanto de enrarecer lo más posible la atmósfera, ese océano y la tierra grisácea que actúan como testigos de la perversidad humana, o sus intrigantes moradores, entre los que la única esperanza de inocencia e ingenuidad surge de la romántica relación de sus personajes más jóvenes. Cierto que la tensión no aflora con la contundencia y el sentido trágico que merece, pero tanto la orografía y el encanto del espacio escénico como el esforzado trabajo de sus protagonistas merecen acercarse a este hipnótico trasunto de La tempestad shakesperiana.
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