Hace poco más de una década irrumpió en el panorama musical sevillano el grupo O Sister!, generando en la ciudad toda una fiebre por recuperar el espíritu del standard americano de aquellos años treinta a los que la banda ha rendido homenaje desde sus inicios. La experiencia provocó mayor entusiasmo entre los públicos actuales, más y mejor informados, que entre sus contemporáneos, cuando una big band o una orquesta de salón apenas eran frivolidades para bailar el sábado por la tarde en el Hotel Cristina. Y de aquel grupo germinal surgieron otras propuestas, algunas protagonizadas por sus propios artífices. Apareció Très bien! y lo hace ahora también SwingTête, cuyo primer álbum salió al mercado hace algo más de un año, en plena pandemia. Para su concierto en los Jardines del Alcázar, del que la de anoche fue su segunda función (todavía queda otra el 4 de octubre), se hicieron acompañar muy bien de Paula Padilla, una de las vocalistas de O Sister! junto a Helena Amado. Así, con la única excepción de Daniel Abad al contrabajo y la tuba, el resto de los convocados eran igualmente integrantes del conjunto pionero.
Liberados del disfraz y el estilo con el que O Sister! recrea miméticamente, como nadie en el mundo sabe hacerlo hoy día, aquellas canciones de los primeros treinta del siglo pasado que tanto consuelo dieron a quienes sufrieron la Gran Depresión, SwingTête abordó su programa desde unos parámetros distintos, aunque sin desdeñar lo histórico y lo evocador se permitió también jugar con criterios más contemporáneos, practicando un jazz más convencional e introduciendo sus raíces en aquellas big bands de los cuarenta, convenientemente adaptadas a la formación en trío, a lo que Padilla prestó su voz bien colocada y de hermoso timbre, siguiendo la línea de aquellas voces que popularizaron el género, como Lena Horne, Dinah Shore o Rosemary Clooney. No desaprovechó tampoco la ocasión de exhibir su habilidad imitando voces instrumentales como la trompeta o el violín.
Dream of You fue el instrumental elegido para introducir la banda, y el tema con el que comienza su disco. En él ya dejaron su impronta, muy cerca del estilo elegante y sofisticado con el que el violinista Stephane Grappelli abordó el repertorio en la segunda mitad del pasado siglo. A partir de ahí todo fueron canciones de amor, bien de despecho (It’s a Sin to Tell a Lie, de Billy Mayhew, más cerca de Fats Waller que de los blanditos The Ink Pots), de admiración a una ciudad emblemática (Do You Know What It Means to Miss New Orleans de Eddie DeLange, popularizado por Billie Holiday), de cariño a los semejantes (con la carismática When You’re Smiling tan asociada al cómico Jimmy Durante) o mera y típica declaración de amor (ese inmortal Night and Day de Cole Porter mil veces versionado, esta vez a dos ritmos y velocidades). Cierto que en este punto hemos de reconocer que echamos en falta algo más de sentimiento en unas melodías que abundan en él y se prestan a interpretaciones con mayor emoción que la desplegada por unos intérpretes centrados más en la energía y la diversión.
No faltaron los guiños a ese Woody Allen tan asociado al género, con una pieza tan recurrente en su filmografía como Out of Nowhere, escrita por Johnny Green e inmortalizada por Bing Crosby, o ese It Had to Be You de Isham Jones que tanto nos recuerda a la Diane Keaton de Annie Hall. Hubo espacio también para la anécdota, como esa demanda judicial que los herederos de Puccini interpusieron a Al Jolson por el parecido de Avalon con É lucevan le stelle de Tosca, algo en lo que confieso nunca antes había reparado; se me ocurren muchas otras comparaciones que no han generado polémica. La intervención del excelente contrabajista Daniel Abad tocando la tuba en este y otros temas tuvo su gracia, pero añadió un punto grotesco y bufo a un repertorio que no lo merece. A la batería sin embargo, Pablo Cabra no abandonó en ningún momento su estilo elegante y perfectamente ritmado, mientras Matías Comino demostró una vez más que es un excelente guitarrista, con mucho swing, y que posee también una sedosa voz, acompañando a Padilla en un Exactly Like You de Jimmy McHugh que metamorfosearon con gracia y buen gusto en el mítico Always Look on the Bright Side of Life que compuso Eric Idle para La vida de Brian. El público supo plegarse a la propuesta y algo de ese optimismo fue capaz de asimilar a la salida de estos bellísimos jardines bañados por una blanquísima luna llena.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
No hay comentarios:
Publicar un comentario