domingo, 20 de marzo de 2022

INVITACIÓN A LA DANZA

39 Femás. Orquesta Barroca de Sevilla. Rafael Ruibérriz de Torres, flauta travesera. Giovanni Antonini, dirección. Programa: Suites orquestales nº 1 en Do mayor, nº 2 en si menor, nº 3 en Re mayor y nº 4 en Re mayor BWV 1066-1069, de Johann Sebastian Bach. Espacio Turina, sábado 19 de marzo de 2022

Foto: Luis Ollero

Hacia el siglo XVI las danzas y ritmos pretéritos entraron a formar parte del repertorio instrumental que antes las había despreciado. Las danzas más adaptables a los gustos europeos empezaron, a raíz del impulso de Johann Jakob Froberger, a combinarse y desarrollarse a lo largo del siglo siguiente. Bach las cultivó profusamente para teclado, violín y violonchelo, y solo en cuatro puntuales ocasiones para conjunto orquestal, sin una cronología precisa ni intención cíclica, aunque a la hora de catalogarse se decidiera una numeración en serie. Las suites de Bach siguen el modelo netamente francés, especialmente apreciable en sus largas y contundentes oberturas, pero se liberan de la estructura impuesta por Froberger y adoptan otras más libres y creativas. Telemann, contemporáneo suyo, las cultivó con carácter más generoso, y con él llegaron a identificarse más como oberturas que suites más específicas. Se cree que las número 1 y 4 son de su época en Cöthen, y las otras dos de sus años posteriores en Leipzig al frente del Collegium Musicum.

Interpretarlas en su orden numérico fue el ambicioso cometido que abordó anoche la Barroca de Sevilla como primer plato fuerte del Festival de Música Antigua, tras ese sensacional arranque que tuvo lugar a principios de semana de la mano de Jordi Savall y Xavier Díaz-Latorre. Para ello se armaron de una nutridísima formación, hasta veinticinco intérpretes llegamos a contar sobre el escenario. Añadieron además una concertino muy especial, la ibicenca Lina Tur Bonet, que ya está muy familiarizada con la forma de trabajar de la orquesta hispalense, y de un director excepcional, Giovanni Antonini, uno de los nombres de referencia en la interpretación de la música barroca con instrumentos y criterios de la época, que además el próximo miércoles participará de nuevo en el festival, esta vez al frente de su propio conjunto, el mítico Giardino Armonico. Maravilla comprobar cómo cada batuta que alquila la Barroca llega a comprometerse tanto hasta el punto casi de mimetizarse con ella y exhibir una extrema compenetración, no siempre fácil de atisbar en otras formaciones cuando se confían a titulares invitados.

Un conjunto vivaz y unos solistas inspirados

La Barroca evidenció sentirse cómoda en manos de un muy enérgico y vivaz Giovanni Antonini. El director milanés imprimió fuerza y entusiasmo en las complejas oberturas, resueltas con escalas considerablemente ágiles en la familia de la cuerda, y la participación de un continuo como siempre excepcional. El bajo de Mercedes Ruiz, el joven becado Víctor García, el especialmente contundente Ventura Rico y el siempre preciso y colorista Alejandro Casal, lograron dar cuerpo y volumen al contenido íntegro de la propuesta, mientras desde su labor como concertino, Tur Bonet consiguió suma agilidad y locuaz vivacidad en el resto de violines y violas. Así, la alternancia entre los ritmos de puntillo iniciales y los pasajes fugados a base de escalas afrancesadas se resolvió con maestría en la cuatro monumentales oberturas, sobre todo las dos últimas. También majestuosa resultó la Forlana de la primera suite, único ejemplo de esta danza en el catálogo bachiano. Lástima que donde en los pasajes ritmados encontramos tanta vivacidad y fuego, en los más relajados apreciáramos cierta languidez y un estilo desinflado, como sucedió a nuestro juicio en el famosísimo Aria de la suite número tres, sin que Tur Bonet ni Leo Ross acertaran a conmover.

Rafael Ruibérriz
Algo parecido le sucedió también a Rafael Ruibérriz como solista en la Sarabanda de la número dos, dicha de manera flácida y con cierto desencuentro con el resto del conjunto. Afortunadamente no fue la tónica general en una participación henchida de gracia y creatividad, a la que quizás faltó un poco de volumen y proyección, pero que se resolvió de manera magistral con ornamentaciones profusas e inspiradas, muy especialmente en una Badinerie que ya también en anteriores ocasiones apreciamos ha hecho suya. Su domino de la respiración, y la agilidad e indiscutible elegancia de su fraseo, hicieron el resto para lograr una interpretación excelente de esta singular suite. Antes los oboes de Jacobo Díaz y el también becado José Manuel Cuadrado, junto a la impagable aportación de Alberto Grazzi al fagot, lograron que sus partes solistas brillaran en la Suite nº 1, donde también las muy difíciles y traicioneras trompetas consiguieron un trabajo a la altura, todo un dechado de virtud que se repitió en la última suite, ahora con el añadido de Valle González como tercer oboe, demostrando una vez más que esta es una orquesta de gente brillante, entregada y comprometida, pero sobre todo entusiasta.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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