India-USA-Francia 2021 102 min.
Guion y dirección Pan Nalin Fotografía Swapnil S. Sonawane Música Cyril Morin Intérpretes Bhavin Rabari , Bhavesh Shrimali, Dipen Raval, Richa Meena, Kishan Parmar, Shoban Makwa, Rahul Koli, Vijay Mer, Bikas Bata Estreno en el Festival de Valladolid 24 octubre 2021; en salas 18 marzo 2022
Hasta quienes advierten de que esta no es una versión india de Cinema Paradiso, no pueden evitar citar la famosa película de Tornatore. Y es que las similitudes son evidentes, como también las hay con la película del recientemente fallecido Peter Bogdanovich con la que comparte título (casi hasta en inglés): The Last Picture Show. Como en esta, la exhibición de la última película en el cine local, en esta ocasión solo por su carácter análogo, dando paso a la era digital, se convierte en eje crucial alrededor del cual se suceden las anécdotas y vivencias que engrosan su argumento. Y como en aquella, la amistad entre un niño y el proyeccionista del cine en cuestión, y el progresivo enamoramiento del séptimo arte, se convierte en tema central que, sin embargo, en esta ocasión deriva hacia otro mundo, el del ingenio, la creatividad y la frescura con la que cuando somos niños acometemos algunas tareas, en este caso la de encontrar en la luz la magia para crear la imagen y disfrutar con ella en movimiento.
Por el camino somos testigos de ese otro mundo que también está en este y que tanto se diferencia del nuestro, donde las necesidades básicas están por encima de las comodidades y caprichos de los que disfrutamos en nuestro sistema presuntamente ordenado. Y volvemos a sorprendernos de que en otros rincones del planeta se siga viviendo como en tiempos muy pretéritos. La filmografía del director indio Pan Nalin se caracteriza precisamente por salirse de ese Bollywood oficial y tradicional, festivo y espectacular, que genera el mayor ingreso económico del país asiático. Sus películas van más bien dirigidas a un público occidental, a veces con intenciones divulgativas, otras simplemente porque sus intereses comulgan más con los de nuestra idiosincrasia que la de sus congéneres. Samsara, Faith Connections o 7 Diosas, siempre con intervención de capital extranjero, son ejemplos de esta tendencia.
Con ese estilo colorista y desenfadado que caracteriza el cine de su país, Nalin teje un emotivo fresco sobre la infancia para acabar firmando una declaración de amor al Cine, que culmina con un sentido agradecimiento a directores y directoras entre quienes no se cuelan ni el citado Tornatore ni ninguno español, ya sea Buñuel o Almodóvar. Claro que nada sería igual sin la presencia inevitable del niño guapo y de mirada curiosa e inocente, y también algún que otro inevitable comentario inadecuado a su edad, al que da vida Bhavin Rabaro, una constante en este tipo de fábulas, ni el dibujo de una familia marcada por el machismo, ni por supuesto la presencia de la igualmente colorista y especiada cocina india, aunque uno se pregunta qué hace la madre de Samay cocinando tantísimo. Sus bondades e inequívoca intención buenista le llevaron a lograr la Espiga de Oro en el último Festival de Valladolid.
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