Dirección Jorge Coira Guion Jorge Guerricaechevarría Fotografía Pablo Rosso Música Xavier Font y Elba Fernández Intérpretes Luis Tosar, Alexandra Masangkay, Georgina Amorós, Denis Gómez, Laura Domínguez, María Botto, Miguel Rellán, Aarón Piper Estreno en el Festival de Málaga y en salas comerciales 18 marzo 2022
Jorge Guerricaechevarría, guionista habitual de Daniel Monzón y Álex de la Iglesia, recientemente galardonado con un Goya por el último trabajo del primero, Las leyes de la frontera, urde una complicada y rebuscada trama de intriga en la que los servicios secretos españoles se afanan en maquillar asuntos turbios que puedan perjudicar el ejercicio del poder desde las más altas esferas. El tema desde luego promete, pero se encalla por la cantidad de tramas que propone, el ambiente extremadamente sórdido con el que pretende dar un toque de mayor trascendencia a la empresa, y una dirección a la que la falta de experiencia y pericia añade solo más confusión.
Jorge Coira ha cosechado un considerable éxito con la serie de televisión Hierro, pero allí el dilatado metraje permitía desarrollar los personajes y tramas con más acierto que en esta película a la que le sobran tanto unos como otras. Por si fuera poco, una música supuestamente inquietante se empeña en ilustrar cada fotograma de la película, lo que acaba por resultar cansino. Sus múltiples localizaciones en Madrid, Bilbao, Panamá y Budapest no logran reflotar un batiburrillo en el que surgen varias de las miserias de este país y el resto del mundo conocido, pero de manera tan arquetípica que no logra servir ni como denuncia ni como crítica política o social. Hubiera estado bien que se conformara con ser un thriller clásico, como aquellos títulos de cine negro clásico donde las cloacas del poder desencadenaban los crímenes a resolver, tipo Chinatown. Pero aquí todo es excesivo, acaba resultando pretencioso y la falta de definición de los personajes provoca apatía.
Por si fuera poco, se insiste en utilizar cuestiones tan superadas como la homosexualidad como moneda de cambio para controlar bajo amenaza de escándalo, o se prostituye a jóvenes de forma poco plausible con el fin de lograr objetivos, sin olvidar ese recurrente vicio español de inmiscuirse en los ambientes más sórdidos aunque no sea necesario para el desarrollo de la intriga. Para rematar, echa mano de un romanticismo tan impostado como el resto de la función para justificar la reacción del antihéroe que interpreta Tosar con el habitual gesto doloroso y amargado con el que se empeñan en caracterizar a estos perdedores entregados a su trabajo… sucio.
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