lunes, 14 de marzo de 2022

LA MUJER TIGRE, UN MUSICAL CON MUCHAS ETIQUETAS

Ópera de cámara o tonadilla escénica contemporánea de Manuel Busto. Dramaturgia y voz actoral de Julio León Rocha. Manuel Busto, dirección musical. Fran Pérez Román, dirección escénica. Julia Rodríguez y Fran Pérez Román, escenografía. Silvia Balbín, movimiento escénico. Benito Jiménez, iluminación. Gloria Trenado, vestuario. Lauren Serrano, sonido. Reyes Carrasco, cantaora. Paula Comitre, bailaora. Natalia Labourdette, soprano. Trío Arbós (Ferdinando Trematore, violín; José Miguel Gómez, violonchelo; Juan Carlos Garvayo, piano). Proyecto Lorca (Juan M. Jiménez, saxofones; Antonio Moreno, percusión). Agustín Diassera, percusión. Una producción del Teatro de la Maestranza y el Teatro Lope de Vega. Teatro Lope de Vega, domingo 13 de marzo de 2022

Reyes Carrasco en una imagen publicitaria del montaje
Ya es buena noticia que dos administraciones públicas, y de signo contrario, se pongan de acuerdo para llevar a buen puerto un proyecto, sea de la índole que sea. Si además este resulta suficientemente digno, podemos frotarnos las manos. Así es este particular montaje que ve la luz gracias al esfuerzo y el talento de un buen puñado de profesionales, y que en forma de ópera de cámara o eso que llaman la recuperación de la tonadilla escénica, convierte una proclama social y casi política en un competente espectáculo musical que aúna diversas disciplinas escénicas con hechuras de teatro contemporáneo y una dramaturgia encaminada más a la llamada de atención que al relato concreto. Lo que no es tan buena noticia es que solo se hayan programado dos funciones. Parece como si sus propios artífices no confiaran en la empresa, lo que sorprende considerando la cantidad de publicidad mediática prestada.

Paula Comitre
Lo primero que destaca es que tratándose de una especie de ensayo sobre las muchas etiquetas que la vida reparte entre nosotras y nosotros, y que nos obligan a desarrollar unos roles que limitan y encasillan nuestra libertad y capacidad de crecimiento, precisamente el mismo espectáculo eche mano de tantas etiquetas, desde la ópera al flamenco, del teatro conceptual a la danza, de la música contemporánea a la tonadilla escénica. Una combinación de todo ello, pero no una liberación de estilo y tendencias, es lo que propone este trabajo concebido desde la música de Manuel Busto y la dramaturgia de Julio León Rocha, encargado también sobre el escenario de narrar los acontecimientos que giran alrededor del extraño caso de la mujer tigre. De toda esta combinación nos merece especial atención la muy lograda música del joven Manuel Busto, a quien estamos acostumbrados a ver dirigiendo con entusiasmo y sentido de la responsabilidad a los niños y niñas de la Escolanía de Los Palacios, y que con esta obra consolida su mérito como compositor a tener en cuenta. Surgen también aquí las etiquetas a la hora de describir y valorar su música, que combina las vanguardias más reconocibles de los últimos cien años, con especial parada en el expresionismo alemán tan asociado a Strauss, y un sentido de la orquestación y una alternancia de la tonalidad y la atonalidad que logra llegar con facilidad a todos los oídos, con y sin prejuicios. Para ponerla en marcha, además del ahínco y el compromiso con el que el propio Busto se puso al frente de los atribulados músicos, se ha contado con el excelente trabajo del prestigioso Trío Arbós, piano preparado incluido, y la percusión atenta y atinada, notablemente aflamencada por exigencias del guion, de Proyecto Lorca y Agustín Diassera, además un idiomático saxo también ligeramente intervenido.

Ópera y flamenco, un maridaje discutible

Natalia Labourdette
Sorprende también gratamente el trabajo dramático propuesto, que en su acumulación de tópicos y diversas ingenuidades, logra enganchar al público y transmitirle ese espíritu feminista que inspira el conjunto, donde una primera aproximación a diversos tipos de etiquetado nos lleva a la conclusión que donde los atributos del hombre son elogios (machote), los de la mujer y otras diversidades invitan a la mofa (putón, feminazi, maricón, gorda), y así sigue siéndolo en la proliferación de restaurantes y locales que utilizan con intención graciosa estos estigmas que la sociedad ha ocasionado a un colectivo tan castigado. Molesta que todo lo que surja de Andalucía tenga por fuerza que llevar la etiqueta del flamenco, el quejío y el lamento. Es como aquella dilatada época en la que el teatro andaluz tenía que mirarse por fuerza en Lorca y resolverse con sábanas blancas. No discutimos que el flamenco pueda formar parte de la ópera, y así lo ha sido en muchísimas ocasiones, pero no siempre funciona, y desde luego no lo hace cuando pretende erigirse en dueño de la función, aunque sea veladamente como en esta ocasión.

La mujer tigre es flamenca. La joven cantaora Reyes Carrasco, con voz rotunda y arrolladora, es la que se queja y la que emerge de sus complejos y diferencias para luchar sin parar y reivindicar lo diverso y singular. Lírica es la voz de quien la provoca y humilla, una Natalia Labourdette que revalida su poderosa voz y generosa proyección, con mayor participación que su compañera y agudos sobresalientes adornando esa valiosa contribución. Paula Comitre lo baila todo, sin parar, un trabajo extenuante en el que no faltan las exhibiciones de agilidad y virtuosismo danzante. Ellas tres hacen un trabajo excelente, pero la combinación entre ópera y flamenco no funciona, y la necesidad imperante en los círculos bohemios e intelectuales de la ciudad de añadir este tópico a todo lo presuntamente creativo, cansa. Fuimos más modernos en la década de los setenta del siglo pasado, cuando Triana, Alameda o Medina Azahara echaron mano del flamenco para hacer algo realmente genuino e irrepetible en el universo del rock. Lo de ahora sin embargo se nos antoja rancio e inoportuno a efectos estrictamente creativos.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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