Francia 2021 100 min.
Dirección Audrey Diwan Guion Audrey Diwan y Marcia Romano, según la novela de Annie Ernaux Fotografía Laurent Tangy Música Evgueni y Sacha Galperine Intérpretes Anamaria Vartolomei, Sandrine Bonnaire, Kacey Mottet Klein, Luàna Bajrami, Anna Mouglalis, Louise Orry-Diquéro, Pio Marmaï, Cyril Metzger, Julien Frison, Alice de Lencquesaing, Louise Chevillotte, Fabrizio Rongione, Eric Verdin Estreno en el Festival de Venecia 5 septiembre 2021; en Francia 24 noviembre 2021; en España 18 marzo 2022
Galardonada con el León de Oro y el Premio de la Crítica Internacional en Venecia, así como el César a la mejor actriz revelación para Anamaria Vartolomei, Audrey Diwan, en su segundo largometraje como directora, asume una valentía tremenda al enfrentarse a esta descarnada historia que la escritora y catedrática Annie Ernaux cuenta en clave autobiográfica, como prácticamente el resto de su bibliografía, en una desgarradora novela publicada en el año 2000. Se trata del embarazo no deseado de una joven estudiante de literatura en la primera mitad de los sesenta del siglo pasado, cuando el aborto estaba prohibido y penado en Francia, y por extensión en el resto del mundo. Sirve, además de para realizar un análisis casi quirúrgico de la situación, para poner en evidencia las dificultades que todavía tiene la mujer para equipararse al hombre en cualquier aspecto de la vida, y que se acrecientan cuando aparece el sexo de por medio.
Sexo libre y despreocupado para el hombre, deslegitimizado para la mujer, a la que durante mucho tiempo se le ha vendido la virginidad como una virtud, gracias a una tremenda y exitosa campaña urdida desde la mayor mezquindad e hipocresía posible por una Iglesia siempre afín a hacer lo que le da la gana. Es por eso que a pesar de que hoy son muchos los países que han descriminalizado el aborto, sigue siendo una cuestión dramática de primer orden para poner en evidencia y denunciar la desigualdad, la injusticia y la barbarie en el seno de las democracias modernas, no digamos ya en el resto del mundo aun por culturizar y educar.
Estos logros solo parciales, no nos equivoquemos, están siempre en la cuerda floja, por eso conviene mantener fresca la necesidad de mantenerlos y cuidarlos. Más allá de su oportunidad política y social, la película de Diwan es un excelente ejercicio de mimetización con el personaje central, con quien logramos empatizar mujeres y también hombres, sometiéndonos como ella a un calvario incesante para el que la directora no escatima en insoportables detalles, logrando que asistamos a un espectáculo definitivamente asfixiante. Especialmente meritorio para lograr sus cometidos es el trabajo no solo de Anamaria Vartolomei sino del resto del elenco, en el que sobresale una madura Sandrine Bonnaire en cuya mirada de madre preocupada se encierra mucha de la tragedia, pero también la esperanza, que transpira la película.
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