Guion y dirección Alex Camilleri Fotografía Léo Lèfevre Música Jon Natchez Intérpretes Jesmark Scicluna, Michela Farrugia, David Scicluna, Frida Cauchi, Uday McLean, Stephen Buhagiar Estreno en el Festival de Sundance 29 enero 2021; en España 18 marzo 2022
Esta pequeña película maltesa, una cinematografía que no se prodiga nada en nuestras pantallas, pudo verse en el pasado Festival de Cine de Sevilla, así como en la recién recuperada Mostra de Valencia. El novel realizador Alex Camilleri fija su atención en ese cine social y neorrealista que cultiva gente como Ken Loach en Inglaterra, los Dardenne en Bélgica o León de Aranoa y Bollaín en nuestro país, combinado con esa crónica marítima que tanto color y sentido de la aventura suele proporcionar a las películas que la abordan.
En ese contexto un joven pescador intenta ganarse la vida y mantener así a su familia, incluido un bebé con problemas de desarrollo que necesita un costoso tratamiento, dedicándose al trabajo de sus ancestros con ayuda de la vieja barca, el luzzu del título, que sirvieron a su padre, abuelo y hasta bisabuelo para labrarse un futuro. Pero los tiempos han cambiado, en algún sentido son más duros, y la burocracia y esas políticas presuntamente ecológicas pero en las que reinan a menudo la perversión, se lo ponen todo muy difícil, de manera que el camino a seguir no será precisamente el más deseado. Un triste acontecimiento fuera de cámara anunciará casi al final de la película que ya nada es lo mismo, a la vez que dejará en evidencia las bondades a menudo también pervertidas de las ayudas económicas europeas y sus programas de reciclaje laboral.
La mirada taciturna de Jesmark Scicluna, su protagonista, galardonado en Sundance con el premio especial del jurado en el apartado drama de la sección World Cinema, recrea ese universo de malestar y desesperanza al que se ve abocado su personaje. Camilleri logra insuflar de vida y ritmo, sin acentuaciones ni dramatismos innecesarios, esta sencilla pero contundente película, que además nos sirve para acercarnos a una filmografía tan esquiva y un pequeño país tan pintoresco, donde la lengua oficial maltesa convive con el inglés, y la pesca contribuye no solo a la economía sino a esa estética romántica que caracteriza su entorno humano y pictórico.
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