Hace años que Al Ayre Español, comandado por su fundador y principal artífice Eduardo López Banzo, visita intermitentemente nuestro Festival de Música Antigua, y lo hace casi siempre con propuestas de gran calado e indiscutible interés musicológico. Poco público, a pesar de superar la mitad del aforo del Turina, presentó esta cita para lo mucho que disfrutamos y nos emocionamos con ella. Fue sin duda una de esas que se quedan en la retina y en el corazón, protagonizada por dos músicos españoles del Barroco con todos los méritos para ser reivindicados e insistir en lo difícil que resulta en estas latitudes hacerse un hueco en el repertorio más reconocido y transitado de la literatura musical europea.
Constatamos una vez más que nuestros mejores intérpretes especializados se intercambian entre los diferentes conjuntos que se dedican a estos repertorios. Así pudimos volver a disfrutar en la ciudad de músicos de la talla de Alexis Aguado, Kepa Artetxe, Xisco Agulló o Juan Carlos de Mulder, que habitualmente asociamos a la Barroca de Sevilla, Guillermo Turina, o las voces de Gabriel Díaz y Víctor Sordo, integrantes de Vandalia. El sur y el norte de España unidos en este acontecimiento festivo musical que también tuvo una importante presencia portuguesa en el oboe de un espléndido Pedro Lopes, que ya nos deleitó la pasada semana con Divino Sospiro, el grupo que acompañó al recital de Andreas Scholl. El resto de entonadas voces y el entusiasmo que López Banzo contagió al numeroso elenco convocado, acabó dando como fruto esta fiesta de la música, el desenfado y la alegría que tanta falta nos hace.
Villancicos para animar la fiesta
Eduardo López Banzo |
De Iribarren se interpretó Tortolilla, un magnífico villancico con forma de cantata, consecuencia de la influencia y el arraigo que la música italiana tuvo en aquel momento, y que el compositor de Sangüesa (Zaragoza) tan bien supo traducir a nuestra idiosincrasia. Música como tantas otras archivadas en nuestras catedrales, como la de Málaga hasta que los musicólogos la han desempolvado. Así no extrañó que entre recitativos, la sugerente, envolvente y elegantemente fraseada voz de María Espada, con pianissimi sensacionales, y la del tenor Víctor Sordo haciendo alarde de magnífica coloratura, evocaran al mejor Händel, o que en Cesen desde hoy los profetas, el conjunto en su totalidad se entregara a un divertido sarao, teatrillo incluido, que acabó definitivamente haciendo las delicias del afortunado público. Una sonata de Corelli técnicamente impecable, duelo frenético incluido de Aguado y Artetxe, y otra del compositor portugués Carlos Seixas, demostrando que son más los detalles que nos unen, como hemos vuelto a comprobar estos días de crisis energética, que los que nos separan, y que Pedro Lopes defendió con amplio sentido de la magia y la musicalidad. Una vez más tenemos sin embargo que lamentar que Femás no haya aprovechado los recursos del Turina para proyectar los textos, generalmente difíciles de entender por muy buena que llegue a ser la dicción de los cantantes, dejando así estas manifestaciones a mitad de sus posibilidades.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía
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