jueves, 3 de octubre de 2024

ALEXA FARRÉ IRRADIA LUZ INCLUSO EN LA OSCURIDAD

Concierto nº 2 del ciclo Gran Sinfónico de la temporada 2024-25 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Alexa Farré Brandekamp, concertino/solista. Programa: Concierto de Brandemburgo nº 3 en Sol mayor BWV 1048; Concierto para violín nº 3 en Sol mayor K. 216, de Mozart; Sinfonía de Cámara en do menor Op. 110a, de Shostakovich (arr. Barshai). Teatro de la Maestranza, miércoles 2 de octubre de 2024


Tercer concierto de temporada de la Sinfónica y tercero dirigido por una mujer, de los muchos que se avecinan en una apuesta decididamente acertada. Tercer aforo generoso también, a pesar de celebrarse un miércoles en lugar del habitual jueves, lo que sin duda afianza esa excelente noticia de recuperación. Este segundo concierto de abono – el primero tuvo consideración de extraordinario en su calidad de cita inaugural – tuvo la particularidad de abordar páginas de concepción camerística, con la orquesta reducida y obras que no se encuentran habitualmente en su repertorio, con la excepción del concierto de Mozart.

De él se encargó su rutilante concertino, Alexa Farré Brandkamp, que ejerció de directora y solista en un programa muy comprometido y diverso, que recorrió el barroco de Bach, el clasicismo de Mozart y la relativa contemporaneidad de Shostakovich, procurando en la medida de lo posible adaptarse a cada lenguaje con rigor y responsabilidad.

El tercero de los seis conciertos denominados de Brandeburgo o Brandemburgo convoca tres coros de la misma familia de la cuerda, violines, violas y chelos, con contrabajo añadido, en un ejercicio de complicidad y diálogo en el que cada uno se opone y se mezcla con los demás en perfecto equilibrio, tal como pudimos observar en la interpretación ejemplar que nos brindaron Farré y un reducido conjunto de diez maestros y maestras de la ROSS. No hubo cadenza alguna en ese seudo segundo movimiento que consta de tan sólo un par de acordes al clave, defendido con discreción por Tatiana Postnikova, pero sí mucha fuerza, nervio y coraje en el allegro final, frente a la calma algo alicaída con la que se abordó el primer movimiento, a pesar de una limpieza y una nitidez extrema en el juego de voces que ofrece la partitura

Después, Farré en modo Anne-Sophie Mutter incluso en su brillante vestimenta, pero con gestos más relajados y menos alambicados, nos brindó un tercer concierto para violín de Mozart de hechuras impecables. La suya fue una interpretación caracterizada por su amplitud, una expresión muy sostenida y un elocuente diálogo con la orquesta, ya más amplia y con un sonido definitivamente terso y aterciopelado.


Con una sensacional participación del oboe y una cadenza de gramática harto singular, la concertino llevó la masa orquestal a un emotivo desarrollo en el allegro inicial, mientras el adagio resultó un dechado de belleza y sensibilidad, aflorando en todo su esplendor su conmovedora poesía. El rondó final fue tan preciso como lleno de gracia e imaginación. Como propina, una arrebatadora versión de Por una cabeza de Carlos Gardel, sirvió para que la magia de Farré lograra que de su instrumento aflorasen varias voces al unísono.

De la luz a la oscuridad

Y de la luz que irradian estas dos esplendorosas páginas, pasamos en la segunda parte a la oscuridad de una pieza tan dolorosa y autobiográfica como el Cuarteto nº 8 de Shostakovich, en la adaptación para orquesta de cuerda que realizó Rudolph Barshai con permiso del autor en 1967, convirtiéndola en la primera y más famosa de las cinco sinfonías de cámara que surgieron de idéntica operación. El trágico asedio de Dresde en la Segunda Guerra Mundial sirvió de inspiración a la partitura, previo encargo de una banda sonora de película que no llegó a cuajar, para que Shostakovich derramara ahí toda su trágica desazón, con citas continuas a otras partituras propias y ajenas, y sonidos onomatopéyicos que sugieren la amenaza del régimen soviético que tanto lo encumbró como vilipendió.

Farré y la plantilla emprendieron la difícil tarea de transmitir todo este tormento de pie, quizás para potenciar aún más su carácter agitado y nervioso. Los resultados fueron espléndidos, emotivos y aterradores a la vez, con pasajes tan magistralmente resueltos como la danza diabólica o el vals irónico, pero también marcados por la tristeza y el descontento en el movimiento inicial y el largo y doloroso epílogo. Si no disfrutaron de este magnífico concierto ayer, no duden en hacerlo hoy.

Fotos: Marina Casanova
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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