viernes, 29 de noviembre de 2019

EL PERFIL ETÉREO DE LETICIA MORENO

XXX Temporada de conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Leticia Moreno, violín; Elvind Gullberg Jensen, dirección. Programa: Obertura Las Hébridas Op. 26 y Sinfonía nº 3 en La menor Op. 56 “Escocesa”, de Mendelssohn; Concierto para violín nº 5 en La mayor KV. 219 “Turco”, de Mozart. Teatro de la Maestranza, jueves 28 de noviembre de 2019

Cinco años después de tocar en el Maestranza la Fantasía Escocesa de Bruch, Leticia Moreno regresó al Maestranza con un programa idéntico al entonces desgranado por el veterano György G. Ráth, salvo en lo que respecta a la pieza ofrecida precisamente por ella. Con el director noruego Elvind Gullberg Jensen en el podio, de aspecto más juvenil de la edad que realmente tiene y con una fructífera y contundente trayectoria a sus espaldas que le ha llevado a colaborar con tan grandes orquestas como reconocidos solistas de todo el mundo, Moreno interpretó en esta ocasión el último de los conciertos para violín que compuso Mozart, el llamado Turco por la abrupta interrupción que sufre su movimiento final en forma más de czardas húngaras que de folclore turco propiamente dicho, aunque tenga cierto aire en este sentido.
 
Solista y batuta se entendieron bien a lo largo de este Concierto nº 5, pero Jensen pareció estar más atento a no eclipsar a la violinista que a reflejar la frondosa orquestación que Mozart diseñó para esta obra escrita con solo diecinueve años. Así, la suya fue una dirección algo raquítica en ciertos pasajes y poco expresiva en términos generales, lo que no impidió que el allegro inicial resultara dinámico y provocara una inequívoca sensación de bienestar en el oyente. Moreno hizo gala de un fraseo líquido y fluido, un timbre muy agudo pero sedoso y de registro muy homogéneo, ortodoxo, sin estridencias ni aspavientos, tampoco sorpresas desagradables. Consciente de que no se trata de un concierto para desplegar virtuosismos superfluos, se limitó a responder con respeto y seguridad a los postulados de la obra. Aunque el Adagio no llegó a ser todo lo sublime que conviene, la suya fue una interpretación sencilla, dulce y sentimental, no exenta de las necesarias dosis de sensualidad. En el Rondó final con forma de minueto, Moreno retomó ese aire jovial y distendido que caracterizó al primer movimiento, mientras Jensen abordó el trio central sin vulgaridad ni exceso de folclorismo. A pesar del entusiasmo del público, no ofreció propina.
 
En las obras que arroparon a Mozart el director se manifestó de forma muy dispar, insatisfactorio en la obertura Las Hébridas, espléndido en la Sinfonía Escocesa. Ambas surgieron de la inspiración del joven Mendelssohn a raíz de un viaje a Escocia que le impresionó notablemente. Aunque una de las características de Las Hébridas son sus cambios frecuentes de ritmo, Jensen optó por acentuar en exceso los pasajes más calmados, que afrontó de manera muy morosa, provocando sensación de languidez y meliflua dulzura, en rotundo contraste con los más agitados, que abordó de forma más ortodoxa, produciéndose un considerable desequilibrio en toda la pieza y malogrando su vocación impresionista. Apenas logró hacer un esbozo de ese mar grandioso y enfurecido que refleja la obra. Sin embargo triunfó con una Sinfonía nº 3 atmosférica y enérgica, sin respetar la continuidad deseada por el autor salvo entre los dos movimientos finales. Aquí Jensen sí fue capaz de reflejar toda la épica de la página, acertando a dotar parcialmente de oscuridad a los movimientos extremos, mientras resolvió el scherzo con viveza y mucho brío, así como el adagio con ternura y calidez, hasta desembocar en un finale vigoroso y solemne sin caer tampoco en la tan temida ordinariez.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

No hay comentarios:

Publicar un comentario