Hubo en mi primera juventud una serie de discos británicos que se titulaban Hooked on Classics (Enganchados a los clásicos) en los que un tal Louis Clark y la Royal Philharmonic Orchestra interpretaban potpurris de música clásica con una base rítmica, ingenio que tomó prestado en España Luis Cobos para sus homenajes a zarzuelas, coplas y otras músicas diversas. Aquello funcionaba como primer paso para interesarse por la gran música e ir poco a poco aficionándose a ella. Igual pasa con la música de cine, especialmente aquella que siguiendo los pasos del sinfonismo hollywoodiense crearon en los años treinta del siglo pasado Steiner y Korngold. La afición por este género musical cinematográfico ha sido el trampolín para acercarse a los Mozart, Beethoven, Wagner o Strauss que lo inspiraron. Desde hace unos años Martínez-Orts al frente de su orquesta especializada ha ido creando esa afición de la que a buen seguro saldrán muchos otros y otras aficionadas a la música clásica.
El director valenciano tiene por delante muchísimo material para ir perpetuando su éxito durante décadas, y ahora que ha incorporado la voz, las posibilidades son infinitas, dada la gran cantidad de canciones y musicales memorables que nos ha brindado el séptimo arte. John Wilson en Inglaterra lo descubrió hace ya unos cuantos años y cada temporada le invitan a los Proms del Royal Albert Hall de Londres. Varios meses después de culminar ese memorable doble programa dedicado a John Williams, la FSO volvió a un FIBES de nuevo abarrotado para ofrecer un variado programa que arrancó con el tema principal que Erich Wolfgang Korngold compuso para Kings Row, una película protagonizada por el luego presidente de Estados Unidos Ronald Reagan en 1942, y que aquí se llamó Abismos de pasión. Fanfarrias y un acertado vuelo lírico definieron esta primera parada de un concierto que prosiguió con los celebrados títulos finales de El joven Sherlock Holmes o El secreto de la pirámide, que interpretaron con energía y fidelidad. Delicadeza es lo que definió al piano de Bauti Cármena en El discurso del rey de Alexandre Desplat y la inédita suite de Amélie de Yann Tiersen, donde brilló el color del acordeón de Nacho Herrero.

No hay comentarios:
Publicar un comentario