Guion, fotografía y dirección Valentyn Vasyanovych Intérpretes Andriy Rymaruk, Liudmyla Bileka, Vasyl Antoniak Estreno en el Festival de Venecia 4 septiembre 2019; en el Festival de Sevilla 13 noviembre 2019
Todo el poder devastador físico y moral de una guerra concentrado en unas cuantas secuencias en las que recorremos el peregrinaje de un hombre que sufre síndrome de estrés postraumático por una Ucrania devorada por la guerra de 2015 que acabó con la anexión de Crimea a Rusia. La acción transcurre diez años después de aquella fecha, con un país desolado y casi sin esperanza. La violencia interiorizada en quienes lucharon en la guerra, la crisis de la industria siderúrgica y un país sembrado de minas y cadáveres son los ambientes por los que este ex soldado realiza su particular via crucis diario. Una serie de largas secuencias sin elipsis y con vocación minimalista componen la particular estructura de esta cinta premiada en la sección Horizontes del pasado Festival de Venecia. El sufrido protagonista encontrará el camino de redención y esperanza en una especie de ONG que recupera los cadáveres enterrados en fosas comunes e investiga sus identidades, algo que en nuestro país tendría que haberse hecho hace mucho tiempo y no darle tantas vueltas. Este trabajo humanitario e identitario y la relación que entabla con una compañera se convertirán en válvula de escape para salir de esa crisis traumática en la que se encuentra, curar heridas y aliviar tanto dolor acumulado. En el proceso se corre el peligro de que el espectador pierda el interés, debido a un ritmo premioso y la deliberada dilatación de las secuencias, pero no cabe duda de que su director tiene las ideas muy claras y sabe perfectamente convertir su intención en realidad, quizás por eso se encarga también del guion y la fotografía, por cierto muy preciosista.
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