Dirección Belén Funes Guion Belén Funes y Marçal Cebrian Fotografía Neus Ollé Intérpretes Greta Fernández, Eduard Fernández, Álex Monner, Borja Espinosa, María Rodríguez Soto, Frank Feys Estreno en el Festival de San Sebastián 23 septiembre 2019; en salas comerciales 29 noviembre 2019
El nuestro es un país fecundo en óperas primas. Cada año se estrenan un sinfín de debuts cinematográficos. Para el suyo parece que la catalana Belén Funes, curtida en trabajos de asistente en películas tan diversas como Tres días con la familia, Mientras duermes o Tengo ganas de ti, haya retomado el personaje de Sara a la fuga, cortometraje con el que obtuvo la Biznaga de Plata en el Festival de Málaga de 2015. En él se contaba la historia de una joven quinceañera que vive en un centro de acogida y recibe las visitas intermitentes de su padre, también interpretado por Eduard Fernández. Su hija, Greta, a quien hemos visto recientemente en la última película de Isabel Coixet Elisa y Marcela, retoma ahora el papel que en el corto hacía Dunia Mourad. Ha crecido, tiene un bebé y vive ajena a la suerte que pueda correr su padre, encerrado en la cárcel, con quien le une un pasado que se presagia turbulento y oscuro.
La escritora y realizadora prefiere ahorrarnos información, lo que menoscaba nuestra aceptación de los hechos que se nos narra. Casi parece percibirse cuál sea ese drama pretérito y las razones que asistan a la protagonista para comportarse como lo hace, pero la incertidumbre afecta a nuestro interés y comprensión del relato. Por el contrario, sus comportamientos parecen fruto de una educación muy condicionada, la que nos obliga a vivir de forma tan robótica como predeterminada, como si no existiera otro horizonte que esa vida convencional arraigada en una sociedad fuertemente ideologizada por la religión.
Parece que en el devenir de los acontecimientos la joven tenga que sufrir un proceso de aprendizaje que le ayude a aceptar que hay otros caminos hacia la felicidad, que la independencia e incluso la soledad pueden apreciarse de forma más positiva. Pero lo cierto es que en el camino Sara no para de dar pasos en falso, que le convierten en dependiente, incluso acosadora, relacionarse con su padre de forma incoherente y hasta caprichosa, y luchar por sus objetivos con insuficiente coraje. Pero falta información y nos cuesta hacernos una idea completa y veraz de cuál sea el drama de esta joven producto de la marginación social en un mundo fuertemente condicionado por el poder y la fortuna. Mientras tanto asistimos con agrado a secuencias con tanta ternura como aquella en la que lava el pelo de su hermano, otra víctima de la desigualdad y el desarraigo. Greta Fernández logró con esta interpretación la Concha de Plata a la mejor actriz en San Sebastián, y ya está en todas las quinielas de los próximos galardones a celebrar.
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