Rep. Macedonia-Bélgica-Francia-Croacia-Eslovenia 2019 100 min.
Dirección Teona Strugar Mitevska Guion Teona Strugar Mitevska y Elma Tataragic Fotografía Virginie Saint-Martin Intérpretes Zorica Nusheva, Labina Mitevska, Stefan Vujisic, Suad Begovski, Simeon Moni Damevski, Violeta Sapkovska, Petar Mircevski, Andrijana Kolevska Estreno en el Festival de Berlín 10 febrero 2019; en Francia 1 mayo 2019; en el Festival de Sevilla 12 noviembre 2019
Petrunya es una treintañera cuyo físico no se ajusta precisamente al modelo escuálido imperante hoy en día. Universitaria pero desempleada, los principios que le inculca su madre pasan incluso por ofrecer favores a quien pueda facilitarle una carrera laboral. Rebelde con esta situación de impostura e injusticia, participa impulsivamente en un ritual religioso reservado consuetudinariamente a los hombres y resulta vencedora, lo que provoca un estallido de radicalismo reaccionario entre la población masculina más joven y salvaje, aun cuando la Iglesia lo acepta, la sociedad lo banaliza, la prensa amarillista apenas saca rédito de la noticia y las autoridades no encuentran caso para procesarla. Todo esto lo cuenta la realizadora macedonia Teona Strugar Mitevska tan bien y con las intenciones tan claras que ya apenas merece más análisis. Se trata ni más ni menos que reflejar en una pequeña comunidad un fenómeno que se repite a lo largo y ancho del continente europeo y el resto de países supuestamente civilizados, el auge del radicalismo de derechas frente a una sociedad que algo ha aprendido de décadas de paz, progreso y respeto de los derechos humanos. Gestas que han costado mucho y todo apunta a que podamos perderlas en poco tiempo. El posible linchamiento al que parece estar destinada la joven Petrunya responde a un fenómeno que se repite en muchas zonas, jóvenes radicalizados por ideologías de extrema derecha que se aprovechan de su vulnerabilidad ante un futuro poco esperanzador, que es justamente la asignatura pendiente para frenar el avance de un desastre anunciado. Y la realizadora, que se ve inteligente y buena conocedora tanto de la realidad que quiere plasmar como de los recursos cinematográficos para hacerlo, echa mano de una mujer para estigmatizar estos peligros inminentes en una sociedad supuestamente libre y justa, no tanto por revestir de feminismo su particular fábula de lobos y corderos, sino por abordar disfrazado en clave feminista un problema que va más allá de la desigualdad entre hombre y mujeres para hablar de desigualdad en general y de populismo fascista en particular.
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